Hoy tengo que asumir mis vacíos, el grito callado
de mi antiguo cinismo. No estabas en mis planes, no eras mi mejor opción. Pero te
quise de verdad, a mi forma, egoísta y ahora comprendo que desesperadamente. Fuiste
mi abrigo en noches de tempestad. Y son las cosas de la vida, quedarme así, con
esta sensación de frío entrecortado y burlón. Tu adiós cubrió todo mi espacio
porque no supe demostrarte mi amor y ni siquiera he sabido perderte. Te pido
perdón a destiempo, como de costumbre, con el tatuaje de tus besos aún marcado
en mi ingrata piel. No quería compartir mis sueños con nadie y ahora
hipotecaría mi vida por volver a ser la protagonista de tu libro de bolsillo. Fui
tu verdugo y ahora víctima errante de mi propia inconsciencia, sin poder
olvidar lo que he dejado atrás, lo que he perdido. Estar contigo era una
constante guerra pero vivir sin ti no me ha dado la paz. Huía del amor tan
ciegamente que ahora no veo la luz si no es entre los recuerdos que me quedaron
amontonados a modo de fotografías y cartas de un hombre enamorado, hoy más
sabio y desencantado. Me
creía reina de tu universo y en la fila de sedición estaban posicionadas todas
mis virtudes pero al final he resultado ser una estúpida sin categoría, una
hipócrita que quemó sus noches en otros brazos, que jugó con fuego y desgastó
su corazón en batallas de papel, en historias de mentira. Me arrepiento de no
haber sido capaz de entregarte lo que hoy ya no quiero, lo que más pesa y lo
que más duele. Quería ser libre y ya ves, vivo prisionera, aferrada todavía a
tu piel. No creer en un amor ha sido el mayor de mis fracasos y los límites del
tiempo alejan tus manos de mi espalda. Todo ha quedado en vertical, perfectamente
alineado, sin posibilidad de reencuentro. Vivir en la indolencia es caer, lenta
pero irremediablemente en una espiral de soledad y nostalgia. Pensar que no
estés sólo es el mayor de mis miedos, que otra haya ocupado mi sitio en tu
armario, mi lado del sofá, mis sueños almibarados. Cuando el olvido se lleve el
eco de tu risa, sobreviviré únicamente cuando tú me recuerdes. Desertora antes
de tiempo, quién me lo iba a decir, consciente del daño que te hice, avergonzada
y sin encontrar una salida. Hoy todo es decadencia sin tu abrazo. Mis manipulaciones
se han dado de bruces contra mis sentimientos. Te pido perdón. Hoy sólo he sido
una mujer arrinconada por sus faltas, una cobarde más en busca de redención.