Revista Literatura

Una de ciencia ficción

Publicado el 25 febrero 2014 por Netomancia @netomancia
Miró el reloj pulsera con el Darth Vader debajo de las agujas con fascinación. Hacía dos horas que esperaba. Aquello, más que angustiarlo, lo entusiasmaba. Significaba que faltaba menos para que Pedraza saliera de la reunión. Y cuando lo tuviera a tiro...
Ya se imaginaba todo lo que seguiría a continuación. La firma del contrato, el desarrollo del guión, las fechas de rodaje, el estreno, el éxito inevitable y luego, las nominaciones internacionales. Incluso el Oscar. Fioravanti soñaba con todo, mientras miraba su reloj de edición limitada.
Escuchó la puerta incluso antes que girara el picaporte. Segundos después, el gran productor de la meca del cine nacional, Jacinto Pedraza, salió al encuentro del pasillo. Y allí, preparado, el optimista Fioravanti.
- ¡Señor Pedraza! ¿Me recuerda? Fioravanti, el guionista.
Pedraza lo miró de reojo, mientras se acomodaba el cuello de la camisa, que esa misma mañana le había almidonado Petrona, su ama de llaves.
- Ah, si. Vagamente, pero lo recuerdo. ¿Qué se le ofrece? Tengo un almuerzo en quince minutos, estoy retrasado.
- Tengo una idea fantástica para una película, Pedraza. Si me permite bajar con usted en el ascensor, se la cuento.
Muchas opciones no le quedaban. La puerta del ascensor se había abierto y ambos -parecía- se disponían a bajar.
- Hable Fregamonti.
- Fioravanti - corrigió el guionista - No importa, escuche. Un grupo de jóvenes. Fiesta. Música. Una chica hermosa. Hay alguien que siempre la está observando. En un descuido, la rapta. La encierra en una cajuela y no sabemos donde, pero queda sola. Lo único que tiene consigo, que el secuestrador no ha revisado, es un celular dentro del corpiño, que antes, en la fiesta, un amigo le había metido jugando. Solo tiene un número. Lo marca. El número en realidad es el del secuestrador, que a medida que va matando a los demás chicos de la fiesta, le va relatando lo que está haciendo. Y le dice que si corta, si deja de escuchar y no responder cuando el le hace preguntas, irá matando a más gente. ¿Qué le parece? Bueno, se imaginará, la trama tiene más vericuetos, pero eso a grandes rasgos.
- ¿Y esto ocurre aquí, en Argentina? No me haga reír. No sea tan inverosímil.
- ¿Por qué? ¿Por qué lo dice?
- Es ciencia ficción, Fiorazaki. ¿Un celular funcionando bien en Argentina? ¿Que puedan hablar y no se corte? No se lo creen ni las empresas de telefonía. Imagínese, el tipo le dice "ahora voy a matar a..." se corta, llama de nuevo, continúa "decía que voy a matar a..." se vuelve a cortar, marca y llama de nuevo... "la reputa madre, voy a..." para entonces, no mata a nadie, se sube a un auto y le vacía un cargador de la pistola a una vidriera de telefonía móvil.
- Y entonces le escribo una comedia, qué le parece.
- Fregaponi...
- ¿Un documental? Sobre lo mal de la telefonía...
- ¿Sabe cuál es su problema?
Fioravanti dudó, mientras se corría a un lado para dejar salir al productor del ascensor.
- ¿Cuál? - preguntó inquieto.
- Ese reloj. Mírelo Focazzini, el dibujo no le deja ver la hora. Piense en eso, después me cuenta.
La puerta del ascensor se cerró, dejándolo a solas con el interrogante. Comenzó a subir, porque alguien había llamado en un piso superior. A mitad de camino, se cortó la energía. Fioravanti, que aún no comprendía la razón del rechazo, buscó su celular. Cuando se iluminó la pantalla, vislumbró lo de siempre. No había señal. Su único pensamiento fue: "esto en las películas no pasa".

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