Las historias de espías, revueltas y revoluciones parecieron abandonadas tras la caída del Muro y su consiguiente eliminación de los contubernios en torno al poder político en Europa. Es muy cierto que en otras latitudes –América Latina, África, Oriente Medio- las fuerzas de la Guerra Fría habían manipulado gobiernos y sociedades de tal manera que sus Historias desde mediados del siglo XX no se entienden sin ajustar el foco hacia esos actores externos que salían de las embajadas de diferentes países occidentales.
Uno de los lugartenientes del Che Guevara, el conocido como Benigno, cuenta en su muy interesante biografía Memorias de un soldado cubano, que tras la Revolución y la toma del poder por parte de Castro, él fue destinado a un campo de entrenamiento en la misma isla de Cuba. Allí acudían un sinfín de grupúsculos o camarillas comunistas y revolucionarias con la pretensión de adiestrarse en los ámbitos del guerreo y de la lucha sin cuartel frente al enemigo político nacional –generalmente de corte dictatorial y sostenido por los bienamados gringos. Benigno se encargaba de enseñar las técnicas y tácticas que hicieron que una pequeña milicia –la revolucionaria dirigida por Castro- acabara con la resistencia del ejército cubano de Batista. La lógica revolucionaria se imponía y Cuba era sólo una punta de lanza en el continente. Desde La Habana se prometía apoyo en cualquier sentido para levantar el yugo que dominaba a toda América Latina.
Pero ocurrió, cuenta Benigno, que de la noche a la mañana, y coincidiendo con una etapa de acercamiento entre los gobiernos cubano y soviético, las instrucciones que él recibía sobre sus pupilos en esta escuela de guerrillas cambiaron radicalmente. De pronto, su labor de entrenamiento cambió y recibió nuevas órdenes. Ahora tendría que entrenar en las mismas técnicas guerrilleras a esos grupos que recibía de toda América Latina, pero también debía adoctrinar políticamente a éstas y realizarlo de una manera especialmente delicada. Las nuevas clases teóricas sobre el marxismo, el socialismo y las revoluciones tenían como objetivo directo conseguir que los grupúsculos revolucionarios que acudían al campo de entrenamiento terminaran divididos. Debilitando su fuerza, Cuba cumplía así instrucciones de Moscú, impidiendo que EEUU perdiera poder en el que fue llamado su patio trasero y permitiendo que la URSS hiciera y deshiciera en sus satélites europeos. Un muy bonito reparto de tareas y de territorios que impidió el cumplimiento del programa político revolucionario cubano y que provocó la huída de Benigno de Cuba, más aún tras la muerte del Che –sobre la que aporta interesantes datos, propios de quien le acompañó sus últimos días.
Así fue cómo América Latina quedó a manos de unos EEUU que no se esforzaban en disimular su conexión directa con sucesos como los del 11 de Septiembre en Chile o el apoyo prestado al ejército uruguayo en pos de localizar agentes subversivos de izquierda cerca de Montevideo.
Tras el fin de la Guerra Fría aparentemente esta presencia yankee había acabado o se había matizado y el continente americano podía por fin hacer la política que más le interesara. Aparentemente, claro, pues lo aparente decía que en toda América Latina no existía una sola propuesta que contradijera la visión del amigo norteamericano. Hasta que apareció Chávez. Su subida democrática al poder –precedida de un intento de golpe de Estado- no traía consigo un modelo de construcción política sino un modelo de enfrentamiento al modelo establecido. Sin embargo su gobierno ha sabido establecer alianzas con fuerzas contestatarias en el resto del continente y, poco a poco, ofrecer un modelo político diferente. En su momento, el modelo chavista o bolivariano se enfrentó a la nueva construcción política de América Latina que estaban estableciendo Kirchner y Lula, con predominio de éste último, y que certificaba la presencia de tres propuestas políticas bien diferentes si pensamos que los acuerdos de EEUU con Chile y Ecuador –ahora también Perú- constituyen un modelo.
En esta construcción de un modelo bolivariano para el continente, Bolivia y la subida al poder de Evo Morales han tenido mucho que ver. La presencia de un líder como Morales, con la legitimidad de ser el segundo líder indígena de la historia de Bolivia que llega al poder político, capaz de aglutinar la voz de los más desfavorecidos del país más desfavorecido de toda América Latina confirió de una fuerza moral enorme al proyecto de Chávez. Pero además, como no sólo de la palabra vive el hombre, a esa fuerza moral y a ese movimiento de despertar latinoamericano –e indígena- se le unieron las reservas petroleras de Venezuela y las gasísticas y minerales de Bolivia. Un modelo político con fuerza moral puede ser romántico. Un modelo político con fuerza moral que además tenga capacidad productiva es romántico y realizable. Bien lo sabía Allende, el Salvador.
Bolivia –Evo- nacionalizó sus reservas de gas y ha comenzado una política de devolución del negocio hacia el Estado que levantó suspicacias en los sectores tradicionales de poder boliviano. Existen ciertas provincias bolivianas –las más ricas- que reclaman su independencia del Estado boliviano y convocan referéndum para exigir a la población que se movilice contra la Bolivia de Evo. Estas provincias son de mayoría blanca frente a una Bolivia moralizada en la que el rostro del blanquito poderoso ha sido cambiado por la del indiano recién llegado de la mina.
En estas circunstancias se destapó el pasado mes de Abril un complot para asesinar a Evo Morales urdido en la ciudad de Santa Cruz. Esta trama sin duda había aprendido del fallido golpe de 2002 contra Hugo Chávez en el que se pretendió conseguir el poder y detener al presidente. Ahora lo que se intentaba en este segundo intento de atentado a Morales era directamente acabar con su vida. Descabezando el liderazgo que Morales ha venido cultivando desde sus tiempos como cocalero, se pretendía que Bolivia volviera por su buena senda.
En un principio se hablaba de la presencia de cinco mercenarios extranjeros, irlandeses y húngaros. Sin embargo las informaciones aparecidas justo una semana después indicaban la presencia de croatas entre estos miembros del complot desactivado. De ser así encontraríamos la presencia de irlandeses –seguramente ex miembros del IRA dedicados al negocio internacional- y húngaros sin aparentes intereses en Bolivia. Y también de croatas, tradicionalmente conocidos como traficantes de armas en la región pero que históricamente tienen mucha relación con los negocios de materias primas en Santa Cruz, en donde existe una comunidad importante de población de esta parte del mundo.
Todo recuerda, poco a poco, a esas historias de líderes africanos asesinados nada más regresar a sus países de visita oficial a un vecino. Triste final sería este para un modelo que, si bien ni ellos mismos saben a dónde va, merece una oportunidad. Aunque sólo sea por ver hasta qué punto se logra uno salpicar este capitalismo salvaje de encima.