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Una democracia para España (III)

Publicado el 16 julio 2011 por Moinelo @moinelo
Viene de: Una democracia para España (II)   Conclusiones

Una democracia para España (III)

Foto: La sociedad civil: de la teoría a la realidad

Explicar lo relacionado con la democracia presenta el problema de que en ocasiones se tropieza con paradojas auto-referenciales. Por ejemplo: la democracia es el gobierno del pueblo. Esto significa que la voluntad del pueblo es la que decide el camino. Pero, ¿y si el pueblo no quiere la democracia? ¿y si el pueblo elige un sistema que provoca que sus representantes gobiernen en base a sus intereses partidistas en lugar de a los de la sociedad? ¿es democrático esto?
En el caso de España, el único movimiento que ha logrado movilizar a un número significativo de ciudadanos y que cuenta al parecer con respaldo de una mayoría social, es el #15M. A tenor de sus propuestas sobre el sistema político, parece que se dirigen los pasos hacía uno nuevamente proporcional pero sin la Ley d’Hont, lo que permitirá que fuerzas minoritarias entren en el reparto «del pastel». Se habla de referéndums, pero no oigo nada o casi nada de revocación de mandatos. Esto significa que habrán nuevos partidos pero nuevamente sin garantías de que estos gobiernen en función de los intereses de la sociedad, salvo la separación de poderes, que aunque es una de las principales exigencias no soluciona el problema de la representatividad. Todavía piensa demasiada gente que el problema es debido a los líderes, y no al sistema que los elige y controla.   Sobre el sistema político, en base a lo que se ha comentado en el anterior artículo de esta serie, España tiene una sociedad bastante plural, aunque las diferencias están agrupadas por zonas. Cada uno de sus puntos cardinales es un mundo distinto. No hay minorías étnicas y si las hay, están integradas en la sociedad o al menos, en una parte de ella. Un sistema de mayoría sería el más adecuado ya que los partidos mayoritarios integran a porciones heterogéneas de sociedad de distintas partes, y el sistema de reparto daría preferencia a representantes locales. Es decir, aunque se volviera al bipartidismo, sería uno completamente distinto ya que ganarían en cada distrito los más preferidos y que mejor representasen a sus electores, fueran de un partido mayoritario o no.   En cualquier caso, la cuestión es que la democracia no es algo que se enchufe con un botón. Para la democracia es necesario un proceso de maduración de toda la sociedad que comienza con la indignación pacífica, para luego pasar a la fase de construcción y decisión. La sociedad ha de elegir un sistema que comprenda y con el que se sienta cómodo, pero ha de hacer caso omiso a las voces de fuerzas políticas que desearán un sistema en el que el ciudadano vuelva a cederles la confianza sin tener que rendir cuentas. Si son las minoritarias tan solo desearan estar ellas dentro. La sociedad no ha de escuchar más voz que la de su propia autocrítica.   El problema que se está observando es que la sociedad civil española es una entidad ficticia solo sostenida políticamente por la Constitución, la cuál fue redactada por una serie de grupos políticos cerrados, no por la sociedad aunque fuera esta quien la aprobase. La Constitución daba forma a la sociedad civil, y no al revés como debería ocurrir. La división existente en aquel entonces continúa prácticamente inalterable, viéndose reflejada en la actual estructura de partidos y un excesivo sectarismo social.

El #15M se presento como un movimiento ciudadano heterogéneo que daba cabida a todo tipo de personas, lo que era algo muy positivo. Sea cierto o no que tras el #15M existía (o existe) alguna fuerza política minoritaria, es evidente que en todo caso aprovechándose de esta situación, han intentado posteriormente hacerse con ella todo tipo de activistas normalmente clasificados en la izquierda. De la misma forma, desde el primer momento se han opuesto las fuerzas políticas que no les interesaba esta revuelta, evidentemente afines al partido que presuntamente puede ganar en las próximas elecciones generales. Ambos, la izquierda y derecha sectarias de toda la vida, han llevado tras de si a sus hordas emponzoñando una iniciativa que daba frescor y aliviaba la sensación de podredumbre que en los últimos tiempos viene siendo habitual en el panorama político.   El resultado de toda esta mutua autodestrucción es la vuelta a la bipolarización y al maniqueísmo guerracivilistico de siempre. Cada vez las posturas van siendo más radicales por ambas partes, incapaces de realizar autocrítica y más preocupadas en defenestrar al contrario en el todo-vale de siempre. La destrucción, el recurso de los torpes y de los ignorantes, acaba haciendo mella, provocando que sólo perduren los más radicales, convencidos en su estupidez bien por ignorancia o por puro egoísmo.

Todavía no está perdida la oportunidad, pero el trayecto será más largo y duro de lo que muchos se esperaban.

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