Encuentro tantas similitudes entre la fotografía y mi relación con los demás, que a veces me sorprendo cuando llevo a la práctica mis teorías.
Y es que, en mi humilde opinión, la fotografía no termina nunca. Puedes dedicarle tiempo indefinído a una en concreto e intentar sacar lo mejor de ella y modificarla tantas veces como quieras: quitar, poner, subir la saturación, bajar el contraste, fundirla, virarla, etc...para concluir que no termina de gustarte o que realmente ha merecido la pena. Además, siempre he sostenido, que la fotografía es como ir a un yacimiento arqueológico: lo mejor o lo peor sólo se encuentra cuando "rascas" con el dedo, mientras realizas "trabajos de campo".
Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que hay una entre un millón, que por afinidad visual o porque se ajusta a lo que uno quiere plasmar o contar que sobresale del resto, y es sólo a esa a la que debemos prestar atención y regalarle tiempo. Así pues para mi, está claro que no es lo importante el "procesado" sino acertar con la adecuada. Que duda cabe, de que a esta conclusión no se llega sin antes haber perdido mucho tiempo "excavando" en el sitio equivocado, aunque después de un tiempo uno aprende a ver, si merece la pena el esfuerzo o no por pura intuición.
Exactamente eso mismo me ocurre con el ser humano.