UNA ESTAMPA DEL SUR
Wilson A. Acosta S.
Amanecía, el sol de diciembre haraganeaba sobre la línea curva del lejano horizonte. El astro abría poco a poco su enorme ojo en una policromía de bellos colores anunciando su dilatada pero inminente aparición.
En esta época de invierno el sol se aleja de nosotros. Se tornan tibios sus rayos. Dando un corto respiro a la vida calurosa de nuestro sur profundo.
A Lolo Panchita, ese espectáculo de la naturaleza le parecía simplemente un saludo ya manido de todas las mañanas. Tan familiar le parecía, que podía ir indiferente por el camino, paso a paso, sin levantar siquiera la mirada hacia ese impresionante fenómeno. Pisaba las huellas que tantos coterraneos en el pasado estamparon sobre la faz del camino centenario, de la sección del Estero de Neiba, que lo conduciría sin lugar a errores a la misma puerta de su conuco.
Caminaba distraído, escupiendo sus escrúpulos con el resto de la mascá de tabaco fuerte sobre las piedras de blancura impecable. Asqueado ante el hedor de los restos putrefactos escapados al “colmillo” de los perros hambrientos en su loca pelea por el botín de la noche y de la madrugada recién pasadas. Todo eso y más, sin siquiera levantar la mirada para ver la definitiva aparición de la mágica lumbrera, que ya colgaba de los hilos invisibles del cielo iniciando su periplo obligado rumbo al meridiano.
Era una fresca mañana del mes de diciembre del año 1870, el camino se extendía bajo las ágiles zancadas del solitario caminante, recibiendo sobre su epidermis pedregosa las caricias de las rústicas chancletas que calzaba Lolo Panchita. Resulta que no era tan pesado el trayecto de su casa al conuco y para desentumir las piernas, decía al que le preguntaba, lo hacía siempre a pie.
Si de tanto andarlo Lolo Panchita podía hacer ese camino con los ojos vendados por qué dudar de su capacidad para distinguir el mugir de su escaso ganado aunque se hallase secuestrado en el potrero ajeno...
Fue por esa capacidad de la que él tanto se ufanaba que meses atrás pudo recuperar su toro tan preciado cuando la brisa le llevó a los oídos su lejano reclamo… Aquella vez, tuvo que blandir el afilado machete dispuesto a jugársela antes que degollaran su animal. Ahora, rememorando el pasado, se desplaza con los ojos bien abiertos, examinando ambos lados de la vereda, penetrando con agudeza el semi- obscuro que proyectan los cercanos matorrales, dispuesto a pagar con su vida la asechanza artera del furtivo ladrón.
¡Ladrones, abigeos y guerrilleros! ¡La mayoría de ellos guerreando sin saber el motivo esencial de aquella guerra! Tras un mísero botín que hurtaban a sus vecinos y hermanos ¡Sin miramiento!…Eran Hermanos, porque en ese extenso territorio de exigua cantidad de habitantes, en los tiempos de paz, todos vivian y comían juntos, como hermanos.
¡Cabrones, me las pagarán! Repetía a menudo Lolo Panchita…
Sus recuerdos se ven interrumpidos por el rítmico trotar del cuadrúpedo del compadre Tolo Mío, que como a él le nacieron los primeros pelos del bigote andando y desandando estos caminos solitarios. Con la esterilla, el aparejo y las árganas bien aseguradas por la cincha al cuerpo de su noble animal. Tolo Mío iba alegre como siempre, cantando las coplas y las mangulinas del momento desde la comodidad de su montura:
Murió colorao fue su destino
Préndanle una vela pa’ alumbra el camino
Murió colorao tan buen amigo
Pónganle sus lentes pa’ que vea el camino
Luego, el mutuo saludo de rigor: buenos días. Cómo le amanece. Que hay de nuevo. Vaya con Dios…
De repente “Tolo Mío” detiene la montura, como si olvidara algo importante, encarando con suma seriedad a su compadre le dice: compadre, tenga cuidado, no haga solo y a pie estos caminos que se han vuelto tan peligrosos, la guerrilla anda cerca, el hambre los acosa, antenoche sacrificaron parte de los chivos de Ma’ Teresa en Cachón Seco y no tardarán en aparecer por estos lugares. - Descuide, responde Lolo Panchita intrigado, si he de morir peleando lo haré solo, así he solucionado todos mis problemas… ¡Solo!-
Se vivian los días aciagos en que las guerrillas de Pablo Mamá y de Co azotaban con la maldad de un torbellino los patios y las cocinas de los ranchos en la región. Hasta han tratado de penetrar a su interior donde esconden sus dueños las gallinas los pavos y los chivos que les quedan.
Estos hombres bajan de la montaña protegidos por la obscuridad de la noche, urgidos por el hambre, puesto que a los montes de Panzo ya no les queda con que alimentarlos. En su huida, dejan muertos o heridos sobre el camino a alguno de sus miembros, perseguidos de cerca por una lluvia de plomo de las carabinas y revólveres de los “Sandolos” liderados por el mítico Solito de Vargas. Es que, “Cacoses y Sandolos” devastan la región, se persiguen y se odian a muerte…
La región padecía los seis años fatídicos que la empobrecieron hasta la miseria…Eran sus noches plagadas de fantasmas a lomo de mulos y caballos recorriendo caseríos, arrasando los conucos, descuartizando el ganado para llevarse las mejores carnes, dejando un reguero de viseras y restos de los animales sacrificados sobre el camino que los conducía desesperados a las alturas de las lomas de Panzo, bastión de la guerrilla azul
.
Los ancianos, las mujeres y los niños dentro de los ranchos, en ausencia de los maridos auxiliados por la rojiza luz de la lámpara ” jumiadora” o del “jacho de cuaba encendido,” temblando de miedo, contenido el llanto que se convertiría en gritos de desesperación e impotencia, cuando ya desaparecido el peligro, se disponían a constatar el daño irreparable que les dejaba la malvada guerrilla...
Ante toda esta desgraciada situación Lolo Panchita decidió permanecer en su hogar protegiendo su familia, cultivando su conuco, vigilando sus reses. No hizo caso a la insistencia del pariente Solito de Vargas invitándolo a participar en la guerrilla, ni contestó los mensajes insinuantes de Pablo o de Co enviados desde la montaña. Él ya había sufrido mucho a causa de la montonera: ¡Se acabó el guerrear!!
¡Al carajo con la velada amenaza que en el camino le acababa de informar su primo y compadre Tolo Mío!...
A Lolo Panchita lo sorprendió la noche tendido en su hamaca después de haber tenido un día de duro trabajo: Dio de comer a las gallinas, limpió la regola, deshojó los plátanos y los guineos, cerró los portillos de las empalizadas. Luego envainó el machete, lo encajó en las pajas del techo del bohío, comió frugalmente y se acostó cansado “a echar una pavita”
…
Cabalgando a horcajadas de la brisa nocturna viene desde los inexpugnables escondrijos del Memiso atravesando palmares y besando humedales un coro de voces aguardentosas con marimba con acordeón a ritmo de palos y de carabiné, como alentando a los que no muy lejos tras superar montes y cañadas ya estaban preparados para dar el asalto a la propiedad de Lolo Panchita.
Los facciosos agazapados en la cercanía contemplan una figura moviéndose alrededor del fogón del can situado en el medio del conuco:
Es Lolo Panchita que presiente lo peor, la obscuridad y el silencio avivan sus sentidos.
¡Condenado hombre! Exclamó un tal Baúl ¡Aún está en el conuco! ¡No nos deja otra opción! - ¡Él se lo buscó, tendremos que matarlo! Sentenció el famoso Llinito…
Mientras Lolo Panchita agonizaba tirado a un lado del camino aferrada su mano derecha a un machete ensangrentado, se le oyó repetir como si fuese un mantra su última amenaza.
¡Cabrones me las pagarán!
Como ironía macabra se amplificaban las voces del coro de la guerrilla roja festejando en el memiso. Se incrementaban los arpegios lúgubres del acordeón que parecía protestar por la injusta agonía de Lolo Panchita. El ronco sonido de la marimba semejaba los estertores de un ser moribundo. Clariiiito a pesar de la lejanía, se oía la canción en las voces borrachas con su cruel y definitivo mensaje que decia:
Déjense de habladurías- Que esto nadie lo sabe
Que si Ventura se embarca- Nos vamos pa’ onda Salnave.
Ventura me da chaqueta camisilla y panamá
Cómo no queré a Ventura si nos vuelve a goberná
Hermano de dónde vienes. Yo vengo de los cantones
De tirarle a los “Cacoses” balas sin comparaciones.
El cielo se forró de nubes, se hizo más negra la noche, los lamentos desgarradores de las viudas y de sus hijos despertaron a los moradores del caserío que dormía…la lluvia inició su descenso con furia desde las alturas. Se colmaron de agua los caminos, se alegraron los sembradíos. Al amanecer alguien alcanzó a ver a lo lejos la figura macabra del compadre Tolo Mío que colgaba del palo de baitoa en que solían dormir todas las gallinas del lugar. ¡UN AHORCADO!!! GRITÓ UNA MUJER MADRUGADORA.
El Estero de Neiba hogar de los Reyes y de los Vargas ahora cargaba con la vergonzosa cruz de las barbaridades de su hijo Luciano de Vargas alias Solito, fanático lugarteniente del presidente Báez inmerso entonces en lucha denodada e irracional por mantener el poder, ante el avance arrollador de la guerrilla de loa hermanos Ogando, de Pablo Ramírez, de José Maria Cabral y de tantos otros hijos de la región.
Solito ¿Cuándo te vas´?
Yo me voy de madrugá
Tengo unos amores nuevos
Y no los voy a dejá.
24-2-2019