Posted: 21 Nov 2017 06:34 AM PST
Los que ya no están duermen en lo más hondo de nuestro corazón, pero muchas de esas ausencias siguen siendo abismos de dolor en nuestra memoria: porque nos dejaron sin poder darles un adiós, se fueron sin un “te quiero” o puede que incluso sin un “lo siento”.
Esta angustia vital dificulta en muchos casos el adecuado proceso del duelo. La muerte, debería ser como una despedida en el andén de un tren. Ahí donde disponer de un breve intervalo de tiempo donde tener esa última conversación, donde ofrecer un largo abrazo y dejar ir con un hasta luego sosegado, teniendo plena confianza de que todo va a ir bien.
Sin embargo, nada de esto es posible. Los que nos dejaron no están ausentes, los mantenemos en cada latido de nuestro corazón, reposan en nuestra mente y nos dan fuerza cada día mientras los honramos con una sonrisa…
Los que nos dejaron sin pedir permiso ni decir adiós
A menudo suele decirse que el único aspecto “positivo” de las enfermedades terminales es que, de algún modo, permiten a la persona ir asumiendo e incluso preparando su proceso de despedida o lo que ahora se conoce como “el buen morir”. No obstante, por muy preparada que esté la familia ante ese instante o ese “desprendimiento”, en ocasiones, lejos de sentirse aliviadas lo viven también como algo traumático.
La muerte inesperada de un ser querido supone algo más que un impacto emocional intenso. La pérdida deja muchos cabos sueltos, asuntos pendientes, palabras no dichas, arrepentimientos no disculpados y la desesperada necesidad de haber podido dar un adiós. Las respuestas a todo ello estará entonces en nuestro interior, y es ahí donde tendremos que refugiarnos durante un tiempo determinado para encontrar la calma, el alivio y la aceptación.
Cómo afrontar la pérdida de un ser querido cuando no hemos podido despedirnos
Decía Jim Morrison que las personas solemos tener más miedo al dolor que a la muerte, cuando en realidad, es la propia muerte quien finalmente alivia el dolor. No obstante, el famoso cantautor de “The Doors” se olvidaba de algo esencial, puesto que tras el fallecimiento se inicia otro tipo de sufrimiento: el de los familiares, los amigos, las parejas…
La muerte nunca es del todo real, nunca es del todo auténtica… Porque la única forma perder por siempre a una persona es mediante el olvido, mediante el vacío del “no-recuerdo”.
Algo que debemos tener muy claro desde el inicio, es cada persona va a vivir el duelo de un modo particular. No hay tiempos ni una estrategia que nos sirva a todos por igual. Además, ese dolor que tanto paraliza al inicio, que quita el aire y que nos arrebata incluso el alma en los primeros días, semanas o meses, se acaba suavizando. Porque aunque lo creamos casi imposible… Se sobrevive.¡Aprender a decir adiós a quien no tuvo su oportunidad Los que nos dejaron con tantos vacíos, preguntas no respondidas, palabras no dichas y sin ese adiós necesitado, no van a volver. Es algo que debemos asumir, afrontar y aceptar. Ahora bien algo que debe ofrecernos alivio es recordar que esa persona nos quería y que el amor era recíproco. - Evita centrar tus pensamientos en el día de la pérdida, retrocede en tu máquina del tiempo mental hacia esos instantes de cariño compartido, a esos instantes de felicidad e ilusión. Es ahí, donde se hallan las respuestas a tus preguntas: esa persona sabía que era querida.
Por sobrevivir. Para ello, basta con cuidarnos y atendernos como quien recompone una delicada pieza de porcelana fragmentada. La uniremos de nuevo con buenos recuerdos que honren al ser querido y con esa materia de la que están hechos los amores que no se olvidan, el cariño más sincero e imborrable y ese legado emocional que nos servirá como barniz para ser mucho más fuertes y valientes el día de mañana.