Ayer Soledad me escribió una carta muy bonita tras haber leído nuestra entrada del lunes sobre el colgante de plata del puño o higa.
Resulta que el pasado mes de mayo Soledad fue abuela por primera vez. Su hijo y Bea, su nuera, se estrenaban como papás después de varios tratamientos de fertilidad y un embarazo complicado.
Soledad y Bea comenzaron su relación suegra-nuera con mal pie. Malos entendidos, familias tradicionalmente enfrentadas… en fin, cosas que pasan. Poco a poco, y poniendo el sentido común ante todo, ambas decidieron tratar de limar asperezas y que reinara la paz y el amor en el día a día de la familia. Los abortos que la joven sufrió y la dificultad de la pareja para concebir fue uno de los puntos de unión entre las dos. Soledad deseaba ser abuela tanto como Bea anhelaba ser mamá. Encontraron aquí su afinidad y así comenzó a crearse el vínculo afectivo entre ellas.
Cuando por fin Jorge y Bea reciben la maravillosa noticia de que van a ser papás, comienza una nueva etapa en sus vidas y también en la de Soledad. Tantos años deseando y esperando, parece que el sueño se va a hacer realidad. El embarazo se complica en el cuarto mes de gestación y Soledad se traslada a casa de su hijo para cuidar de su nuera en cama y de su futuro nieto.
El 3 de mayo nació Roberto. Un bebé de 3.400kg hermoso y sanísimo. La alegría de la familia, la esperanza y un sueño hecho realidad.
Soledad por su parte, como buena abuela, había acumulado durante los 9 meses en su armario ropa de bebé para su nieto y para tres más por lo menos… como todas las abuelas, en cuanto se enteran de la noticia se ponen a comprar bodies the Winnie the Pooh, conjuntos de Mickey & Minnie, mantas de muñequitos… todavía no saben si será niño o niña, pero da igual, ellas ya tienen preparadita la maleta del bebé.