Revista Literatura
Una historia como otras muchas
Publicado el 17 agosto 2013 por XabelgAl principio de la vida, las personas tienen intacto el corazón, pero con el paso del tiempo, y con el uso que se le da, muchas veces se convierte en una especie de puzzle. Un puzzle que, a fuerza de tanto montarlo y desmontarlo, acaba por perder alguna de sus piezas en el proceso.
Un sonido apenas audible, como un suave crujido. Son los corazones que se rompen diariamente en el mundo. Es un crujido cargado de tristeza. Pero algunos dicen que es mejor que sea así, porque eso es señal de que funcionan, de que han querido con toda su fuerza.
Dicen que eso, es que sus portadores se atrevieron a dar el paso hacia lo que querían a pesar del gran riesgo que ello conlleva, el mayor desafío que una persona puede abordar en su vida. Dicen que es preferible sentir ese dolor, que pasear insensiblemente viviendo con una fría piedra en el pecho.
Todo eso estaba muy bien para algún filosofo, o algún poeta, pero eso a Alfredo no le valía. Estaba sufriendo, se sentía jodido sin remedio. No era demasiado mayor, no era nada feo, ni tampoco es que le diera pereza el conocer a otras personas. Era que había conocido a la persona de su vida, la que de verdad le llenaba por completo, sólo para verla alejarse. Quería a esa persona, y a ninguna otra. No tenía por que iniciar nada de nuevo con otra, con alguien que nunca le terminaría de llenar, y por supuesto no se sentía en absoluto identificado con esos dichos.
Refugiarse en el trabajo, tampoco es que fuera la mejor idea, al menos en esas fechas. En el mes de agosto, no entraba nadie ni por equivocación en la copistería en donde trabajaba. Además, el calor del sol que entraba por el escaparate, sumado al de las máquinas que estaban encendidas todo el día, le hacía sentirse ligeramente aturdido, además de con los ánimos por los suelos.
Así pasaba sus días, sintiéndose como roto en cientos de trozos. Con las noches casi sin dormir, y los días entre máquinas fotocopiadoras, mirando el correo, el teléfono, en busca de alguna señal de la presencia tan querida para el, aunque un día tras otro, esa señal no se producía.