Lo divisó entre la gente al bajar la escalera. Sus ojos claros. Esa barbilla que proclamaba a los cuatro vientos lo tozudo que era. Entreabrió los labios y permitió que una sonrisa le cruzara el rostro mientras iba hacia él, con el corazón latiendo con fuerza. Cuando sus miradas se cruzaron, vio en sus ojos algo distinto: una duda, un ramalazo de deseo...pero no se atrevió a pensarlo. Hablaron y rieron toda la noche. Tenían tanto en común. A los dos les gustaban las mismas cosas: la música de los ochenta, los libros trasnochados, los gin tonics con una filigrana de limón y las películas antiguas. A los dos les separaban las mismas cosas. Volvieron juntos y se despidieron con dos besos. "Uno por mejilla, como dice Sabina" - pensó ella, mordiéndose los labios para no morderle a él la boca. Y cerró la puerta dejándolo al otro lado. Él levantó la mano pero no llegó a tocar. Ella se apoyó en la puerta pero no volvió a abrir. Cada uno siguió con su vida arrinconando en una esquina de la mente la indudable culpabilidad de haber deseado al otro.
Lo divisó entre la gente al bajar la escalera. Sus ojos claros. Esa barbilla que proclamaba a los cuatro vientos lo tozudo que era. Entreabrió los labios y permitió que una sonrisa le cruzara el rostro mientras iba hacia él, con el corazón latiendo con fuerza. Cuando sus miradas se cruzaron, vio en sus ojos algo distinto: una duda, un ramalazo de deseo...pero no se atrevió a pensarlo. Hablaron y rieron toda la noche. Tenían tanto en común. A los dos les gustaban las mismas cosas: la música de los ochenta, los libros trasnochados, los gin tonics con una filigrana de limón y las películas antiguas. A los dos les separaban las mismas cosas. Volvieron juntos y se despidieron con dos besos. "Uno por mejilla, como dice Sabina" - pensó ella, mordiéndose los labios para no morderle a él la boca. Y cerró la puerta dejándolo al otro lado. Él levantó la mano pero no llegó a tocar. Ella se apoyó en la puerta pero no volvió a abrir. Cada uno siguió con su vida arrinconando en una esquina de la mente la indudable culpabilidad de haber deseado al otro.