Una historia más contra la violencia de género

Publicado el 24 noviembre 2013 por Evamric2012
Se conocieron en la Universidad en una serie de conferencias sobre el exilio Latinoamericano. Él era un gran especialista sobre este tema, ella sobre el Siglo de Oro. Tras la primera conferencia él se acercó a ella. Y conversaron durante horas y horas. Él le pidió su teléfono, e intercambiaron direcciones. Se vieron a lo largo de tres años en varias ocasiones, pocas y espaciadas, él lo achacaba al destino, estaban sin duda hechos el uno para el otro. Hasta aquel día ella había sido una mujer especial, contaba con infinidad de amigos, una familia muy unida, y un gran sentido del humor. Pretendientes nunca le habían faltado. Él no dejó de llamarla, invitarla, seducirla. Fue hasta tratarla como una princesa y pretender querer rescatarla de una vida corriente y hacerle soñar con un mundo de otros planetas. Dejó el Africa aquel verano y fue hasta buscarla y llevársela para comenzar una vida juntos. A ella le costó al principio tomar una decisión y abandonar el campo donde había decidido instalarse, y así dejar atrás París y su ajetreo. Él llegó una noche a su ventana pretendiendo ser ese príncipe que la salvaría de esa torre de marfil donde andaba retraída. Tras un año de dudas, de decirle que no, que no viviría con él, y tras sus artes de seducción acabó por rendirse. Y vivieron una pasión que duró quince días, al cabo de estos, una noche él le pegó ya la primera bofetada. Ella al día siguiente buscó un piso y cuando regresó a buscar sus cosas estaba esperándola,  que dónde iba a ir, que se quedase, que no había sido él, que la quería, que por favor lo perdonase, que no se volvería a repetir… y tras esto es cierto que tuvo una conducta impecable pero sólo quince días más. A ella se le presentaron varias propuestas, una en Brasil y otra en la Casa Velázquez, pero él hasta el último momento la presionó para que no lo dejara solo, que sin ella se suicidaría y le dijo que de todas formas no daría la talla para tales cargosA partir de entonces, había meses de calma, y después meses de infierno. Ella no podía adivinar cómo estaría cuando se levantaba. Nunca se sentaba a la mesa, y esperaba que la comida se enfriase para decirle que estaba fría y le preparase otra cosa. Le decía que cuando estaban bien había que cortar ese estado efímero de pseudo tranquilidad, que la rutina mataba a cualquier pareja. Cuando iban a bailar, él la dejaba sentada en un rincón mientras bailaba con el resto, y cuando la invitaban a ella la trataba de buscona y de puta.  Un día le dijo que era suya, y que la fusión que existía entre ambos era para toda la vida. Le impidió seguir con sus actividades extra-profesionales,  ir a cantar los viernes, el boxeo, Amnesty, el flamenco, su labor en el sindicato…Ella empezó a viajar sola a casa de sus padres, mientras él se quedaba en casa, sus padres eran unos brutos españoles que le obligaban a llegar a la hora a comer y no los aguantaba, y a su hermano aún menos.  Al regresar de sus viajes siempre había algún pendiente, facturas de restaurantes, y su propia cama olía a perfumes que jamás se había comprado. Nunca le dijo nada, ella también había empezado a vivir su vida durante sus propios viajes. Y esos viajes de respiro, la ayudaban a vivir.  Cuando llegaba su cumpleaños, él la hacía salir de casa la noche anterior y le decía que la iba a dejar. Nunca tuvo uno sano en más de 15 años. Cuando estaba por escribir algún artículo, publicar algún libro, ella era quien se encargaba de sus relecturas, de sus traducciones, de las entrevistas. Cuando ella obtuvo la cátedra, él ese día la humilló públicamente ante toda la flor y nata de su especialidad. Si ella había obtenido tal cargo, todo el mundo podía ser catedrático. Fue diciendo también aquella noche a todo el mundo que la iba a dejar, que no la aguantaba, que estaba harto de ella. Al día siguiente le dijo que estaba loca, y que lo que le habían contado era mentira.  El pasó esa cátedra pero le costó tres veces llegar al aprobado. Todo el mundo estaba contra él, era por eso.  Luego él  llamó a su Jefe y le dijo que el empleo que le había dado a ella lo quería para él, que ella no merecía tal puesto, que la había sobrevalorado. Su Jefe la llamó para prevenirla de que tenía al enemigo en casa y que se cuidase. Más tarde él empezó la tesis, y murió el padre de ella. Y ella le dijo que necesitaba tiempo para hacer el duelo, él le contestó que era una egoísta, y que sólo pensaba en ella. Y no la dejó en paz hasta que ella terminó las correcciones, la revisión y la traducción.Sus amigos eran todos unos ignorantes, unos imbéciles con los que no se podía hablar, su familia y sobre todo su madre, una arpía igual que ella, y que se convertiría en alguien como ella con el tiempo, una loca. Después, con los años, supo que su madre veía lo que ella se negaba a aceptar y a decir. Cuando ella le pedía explicaciones por su comportamiento se pasaba semanas enteras sin hablarle, ignorándola, lo que aumentaba más su sentimiento de culpa y acrecentaba sus humillaciones y sus miedos.Un día al llegar a casa, una vez más se encontró con una prenda ajena, una billetera de una de sus mejores amigas. Preguntó sólo que hacía allí tal objeto.  Le dijo que era una celosa y que estaba loca. Ese era el refrán de siempre, tus celos y tu locura te van a matar.  Un día salió de casa porque decía que se sentía como un pájaro en una jaula, y fue para vivir con esa amiga porque tenía un cáncer, para cuidarla, y que  no entendía que ella lo necesitaba más que su hijo y ella, porque era una loca, una egoísta y una celosa. Cuando regresó al cabo de tres meses,  le pidió que le pegara la bofetada que se merecía por haberla hecho sufrir tanto, y lo hizo, y entonces él llamó a la policía para denunciarla por malos tratos, celos y locura.  Ella se escapó a casa de una amiga. El la llamó y le dijo que no  la aguantaba y que se quedara allí y no volviese más.  Al día siguiente fue a buscarla, y le dijo a su amiga que lo que les había dicho era puro teatro, que sólo era un juego, que nunca había querido a nadie como la quería a ella. Cuando nació el niño, le dijo que sólo se ocupaba de él, y que lo había dejado a él de lado, que era una egoísta y lo trataba mejor que a nadie sólo para darle celos a él. La vejó, la humilló, y le hizo perder la razón. Esta vez fue cierto. Los últimos golpes aprendió a dárselos en los tobillos, y los mordiscos en la espalda. Ahí no se te van a ver, decía.Un día sin avisar salió de casa. Tomó la decisión tras la muerte de su padre. Una mujer supuestamente inteligente, con un exitazo laboral, con esa sonrisa siempre puesta, tan arreglada y segura de sí misma siempre no podía explicarle al mundo que en el fondo no era más que una imbécil y una muñeca rota. En el trabajo al menos aún podía seguir siendo ella, la de siempre. Un día llamó a todos sus amigos, cuando encontró un nuevo apartamento y sin decir nada, mientras él andaba de viaje, se fue.Aún le volvió a pedir vivir con él. Él le llevaba la ropa  a su casa para que se la lavase,  ella por el bien del niño, se decía, aceptaba sus idas y venidas.  Él le pidió que volviera. Tras un viaje estival a punto de regresar con él, como estaba previsto, le dijo en el último momento que no.  Que había cambiado de idea. Luego se enteró por los amigos comunes, de que había pasado el verano con otra y que esta niña veinte años más joven era el amor de su vida. No le dijo nada esta vez, le daba exactamente igual y aun así la trató de nuevo de celosa y de loca. Cuando el cáncer de su madre, ella le pidió por favor que se quedase con el niño para que no faltase a clases, y porque sería complicado dejarlo con unos y con otros mientras ella se quedaba en el hospital a su cuidado. Le dijo que sí, pero un día antes cambió de opinión, como solía hacer en cada acto para desestabilizarla. Le dijo que ahora estaba viviendo uno de los mejores momentos de su vida y no podía quedarse con el niño. Pensó que no la molestaría más, le agradeció al cielo como tantas otras veces que estuviese con alguien y la dejase ya por fin en paz. Que fuera feliz.Pero no la dejó en paz. No dejó de llamarla a su vuelta y presentarse al improvisto. Le dijo que aquello no había sido nada, que lo hizo para resolver su pasado y sentirse aún un seductor y saberse seducido. Tras meses de asedio, de llamadas, de no sé cómo llamarlo, de insistencia malsana,  volvió con él ante la mirada atónita de todos sus amigos y familia que no dijeron nada. Al cabo de un año lo dejó definitivamente.Y ahí estaban sus amigos de nuevo y su familia. Sabíamos que acabarías por hacerlo y que no era fácil, le dijeron sin más.Esta vez le pidió a la portera que no lo dejara subir. La amenazó diciéndole que a él no lo podía dejar ella y que se las pagaría y le quitaría a su hijo. Y así lo hizo. Años más tarde se lo quitó, y ella le pasó hasta una pensión. Ella dejó de creer en la Justicia humana y divina. En los hombres, en la sociedad entera, en sus sueños, en todo y en todos. Las relaciones que tuvo después estarían tintadas todas ellas de un algo que nunca iba a ir bien. Le aterraban los compromisos, la idea de enamorarse, y aun así repitió alguna experiencia y fue con gente de la misma calaña. Le dijeron que era algo normal tras el traumatismo recibido.Tras años de terapia y electrochocs, salió a flote. A ella le quedan miles de cosas que contar en esta historia, pero las que más le duelen se las reserva para la terapia. Muchos dicen que ellas les consienten todo esto. Yo creo que cuando alguna entra dentro de esa espiral, si bien se sale, ya no será indemne. Hay que haberlo vivido para contarlo, y muchas ni lo cuentan.
Y que bueno, de todo se sale. Y se sigue caminando. Y que si no cuentan será porque  no es fácil contar tanta vejación,  porque pese a todo la vida seguía, y  nadie podía  sospechar algo así, y era mejor que ni lo supieran, porque le daba vergüenza, porque no encontraba la manera de salir de ahí, porque eran sus celos, seguro que eran sus celos, y porque estaba loca.Otro relato ya publicado, PUTA, aquí.