Una historia paralela - escribir, esa gran putada

Nacer, crecer y escribir, muriendo tras cada punto suspensivo...
Mi reseña biográfica, contundente pero real, es la de arriba, y no la de Quién-qué.
Llevo varios días escribiendo esta especie de confesión, pero he decidido resumir un poco. Demasiados detalles que, si bien son importantes, prefiero dejarlos fuera del relato principal. Para contar guarradas ya están Rimbaud, Baudelaire,  Henry Miller o el cerdaco de Bukowski.
Lo cierto es que cuando me preguntan a qué me dedico, menciono sin pensar que soy poeta y escritora, antes que periodista. La mayoría de las veces. O siempre. Y la mayoría de las veces nadie lo entiende, incluyéndome a mí que no sé a qué viene esa respuesta. Hay veces en que me muero de la vergüenza por dejar que mi inconsciente hable por mí.
No me importa que me confundan con otra egomaníaca modernita, de estas que cree ser escritora por tener un blog. Ojalá, lo digo en serio, ojalá fuera sólo eso. Pero mi íntima relación con la Literatura ha sido -es- dolorosa y extraña, de tanto como se ha enquistado. Con el paso de los años se ha convertido en una segunda piel, tan natural como respirar, cagar o follar. No es que me guste escribir. Es que lo necesito. La vida me ha llevado, de forma sorprendente, a recibir golpes y encarnar fracasos, a ser la típica persona amargada e insatisfecha (que personalmente tanto odio) hasta que no he conseguido asumir esta necesidad primordial o lo que quiera que sea.
La base argumental de toda mi historia es fácil: siempre he estudiado ciencias puras y he dicho que quería ser científica (Biología o Veterinaria). Y al mismo tiempo, he derrochado infinitas horas en todo tipo de artes creativas.
Desde lectora compulsiva, la música, el dibujo, la pintura al óleo. La Danza clásica, tomando clases y llegando a decir abiertamente, muy en serio, que de mayor quería ser bailarina. También pasó con Arte Dramático, aunque además de las clases hubo actuaciones a nivel profesional, compartiendo espacio con algunos rostros ahora conocidos como Fran Perea o Canco Rodríguez.
Pero siempre, como una vieja amiga a la que recurrir, estaba la literatura.
Empecé a escribir de manera oficial con 11 años, culpa la profesora de literatura que ponía como deberes crear nuestros propios relatos, cuentos cortos y poemas. Cuando quise darme cuenta, no era por hacer las tareas: pasaba las clases escribiendo poesía por gusto al tiempo que copiaba apuntes; el resto del tiempo (cada vez con más frecuencia) me sorprendía a mí misma viendo mentalmente, como una película, el desarrollo de los personajes del relato que estaba trabajando en ese momento. Ellos iban ya por el capítulo 10; mi mano sólo había escrito hasta el 2.
Tanta vehemencia llegó a asustarme. ¿No me estaré volviendo esquizofrénica tan joven, no? pensaba.
A partir de ese curso, este impulso nunca más se marchó. Daba igual lo que hiciera.
Desde los 13 años, con el primer centenar de poemas y varios relatos cortos, inicié mi autodestrucción pensando que los concursos literarios podían ser una especie de salida.
Mientas prestaba energías, cuerpo y mente a los escenarios, llegué a 1º de Químicas. Encerrada en laboratorios con sustancias peligrosas y pizarras llenas de fórmulas kilométricas, al salir se multiplicaban los poemas, relatos e incluso actuaciones teatrales pagadas (irónicamente algunas fueron lecturas escenificadas de poesía).
Así que a mediados de curso exploté, y al siguiente año estaba matriculada en Periodismo,  con la alternativa de una universidad privada por las dificultades para entrar normalmente por mi rama de ciencias puras.
A partir de ese momento, los proyectos fueron a más. Se añadieron a la lista de filias Internet, la fotografía y el diseño gráfico. Y dediqué tiempo a escribir nuevo material y dar forma definitiva a dos libros de poemas oficiales.

El espíritu escondido (1999)Trece Lunas con la soledad (2003)

También escribí un par de obras de teatro, una corta (15-20 minutos) estilo performance para actuaciones itinerantes por cafés-teatros. Busqué a estudiantes de Interpretación y se representó unas cuantas veces. Tiempo después, sin permiso, esos  mismos estudiantes decidieron seguir haciendo representaciones con la obra (y cobrando, claro).
Esa experiencia fue motivo para que, poco después de terminar la carrera,  pasara los dos libros, texto y fotos, por el registro de la propiedad intelectual por si acaso. Evidentemente, a esas alturas no había obtenido ningún resultado en ningún concurso literario del centenar en el que ya había participado.
Después de otro año, terminé el Master y llegó el momento de ser adulto, irme a vivir con mi pareja y buscar un trabajo medio decente para mantenerse. Ahí es donde ha fallado el guión.
El estrés de ir saltando de trabajos muy mediocres a otros cada vez menos (pero aún, mediocres) junto al desgaste físico han hecho que estos años no tuviera ni ganas para sentarme a escribir como lo hacía. Todo el tiempo libre lo dedicaba a leer y a navegar por la red, cada vez más conectada en el ciberespacio pero más alejada de los círculos literarios.
Como redactora de televisión atendí SELIN, pasó SELIN, hablé con media gerencia (Marcus Versus) de la editorial Ya lo dijo Casimiro Parker sin saber quiénes eran, y en vez de ir como anónima el domingo "día de puertas abiertas para escritores" con mis dos poemarios bajo el brazo, me quedé en casa. Con el sabor del arrepentimiento.
Unos meses después la tv cerró. Lo primero fue empezar este blog. Lo segundo, mandar los dos libros a la editorial.
Por supuesto esperaba la respuesta que dieron (¡no, gracias!) porque no soy nadie fuera de mi burbuja literaria personal. Y mis épicas juergas nunca han sido en Madriz. Pero gracias a este contacto, siguiendo las pistas por Internet y después por las librerías y vuelta a Internet, recopilé la información que desconocía sobre la amplitud del mundo literario, autores de mi generación y más jóvenes, las decenas de editoriales independientes....
El efecto de la negativa fue paradójicamente liberador: volver 20 años en el eje tempo-inspiracional. Empecé a escribir sin más, cargada con una eterna libreta. Vomitar, y vomitar, y vomitar poemas (eso no fue escribir). A todas horas. Todo lo que no había contado en los años de silencio.

Algunos acabaron por parecerme interesantes. Se convirtieron en el tercer poemario.
Después en febrero 2011, recopilé los centenares de pensamientos fugaces (micro-poemas) junto a otros medianos, que se convirtieron en el cuarto poemario.
Ruinas en los tacones (2010)Libres para nada -los versos pequeños- (2011)
Me planteé la posibilidad de autoedición en plataformas como Lulu o Bubok.  
Mientras revisaba el diseño de los pdfs y decidía si marcharme o no a otra ciudad para buscarme la vida, mi ordenador sufrió un auténtico colapso. Como si no hubiera existido nunca ningún poema, ningún relato, ningún pensamiento. Se perdió mucha información. Luego la he recuperado, puedo recomponerla al menos en parte.
Pero fue una providencial limpieza que continúa hoy, en una ciudad nueva.
HoyHago lo que me gusta, estar pendiente del blog, escribir todo el día...Mientras vivo y trabajo, claro...Sin querer, salen más poemas, aunque haya decidido retomar mis relatosEstoy metida en mi burbuja literaria, soy una extraña para la literatura, pero no me importaVoy a dar el coñazo, que para eso son gratis las redes socialesPuede que en unos meses envíe cosas a editoriales. Puede que no
Quizás participe en algún concurso literarioNo lo séEstén pendientes de sus pantallas, cabronesVoy a tomarme un cafelito y fumar, que llevo mucho rato aquí sentada.Hasta mañana.