Revista Diario

Una luz en la oscuridad

Publicado el 02 febrero 2011 por Blopas

Esta es una anécdota en partes: la 29a en la saga del Dr. Kovayashi.

El fantasma tenía razón | Continuará…

La noche discurrió sin mayores sobresaltos, pero no sin revelaciones sorprendentes. Charlaron calmadamente, cada uno a su tiempo. Habían pasado del té a la ginebra, servida en las mismas tacitas a falta de vasos adecuados. Feather llevaba la voz cantante del dúo, y Teller (a quien se debía suponer “el diamante en bruto de las letras”) guardaba silencio salvo para aportar precisiones innecesarias. La primera de las sorpresas la recibió Kovayashi.

_ “¿¡¡Jorgito!!? ¿Están seguros?” La mandíbula de Kovayashi volvió a caer en picada.

_ “No queremos ni nombrarlo por su nombre de pila. Es un hombre demasiado poderoso. Apenas si nos atrevemos a llamarlo Kandrasky, y en voz baja…” A Feather se le notaba el miedo en la manera que revoleaba los ojos, como si el mismísimo diarero estuviera escondido en el departamento, presto para saltarle al cuello y desgarrárselo con los dientes. Había que hablar, efectivamente, en voz muy baja.

_ “¿Jorgito, el diarero?”, repreguntó Kovayashi, incrédulo. “Debí suponerlo… El muy hijo de puta se hace llamar Kandrasky…” Los pensamientos giraban en su cabeza como en el tambor de un secarropas. Hasta que no se detuvieran, el asombro lo mantendría parcialmente atento a las palabras de Feather y Teller.

_ “En efecto. Él…” dijo Feather mientras dibujaba con el índice una K en el aire para no mencionar a Jorgito, “…nos encontró, no sé cómo diablos. Nosotros no sabíamos que teníamos un… ejem… tío lejano. Nos reunimos en un lugar neutral, muy lejos, en Matheu, en un bar viejísimo a la vuelta de la plaza. Teníamos que ir solos. Tomamos el tren, que se rompió tres veces; se nos hizo eterno el viaje… Una vez en el bar nos dimos cuenta de que él había llevado a dos de los suyos.”

_ “Jugaban al billar”, acotó Ferdibaldo.

_ “Él nos describió nuestro parentesco con el tío y nos dijo que ya tenía todo arreglado en el Municipio para que este piso fuera nuestro, nos mostró papeles, habló de agregar dinero para ciertos funcionarios que trabajaban para él… en fin. Hicimos una cuenta rápida con Ferdibaldo y no lo dudamos: con el dinero de la venta del piso podríamos costearnos la edicion de la novela que Ud. está leyendo.” Al mencionar la palabra “novela”, los ojos de Teller cobraron un brillo particular. Ni él ni Heriberto podían imaginar que esa novela estaba esparcida por todo el living del Doctor. “Así que nuestra respuesta fue inmediata y… ejem… afirmativa. En menos de diez minutos ya habíamos firmado media docena de documentos, escrituras, declaratorias de herederos, todo falso como billete de tres… ejem… de tres pesos. Pero una vez que esos papeles llegaran a las manos de sus funcionarios corruptos, se transormarían en documentos legales.”

_ “Si el parentesco es verdadero, tarde o temprano el departamento iba a ser de ustedes. No deberían haber firmado nada…” Las ideas del Doctor se iban desacelerando, al tiempo que un plan empezaba a tomar forma en su cabeza.

_ “Cierto… Debimos sospechar cuando se frotó las manos como una mosca en la mierda”, acotó Ferdibaldo después de vaciar su tercera taza de ginebra.

_ “Escuche, Doctor: Scalisi, según nos contó Él, tenía una esposa de la que nunca llegó a divorciarse. No tenía hijos, sólo esposa. Así que, obviamente, este departamento acabaría en sus manos. La oportunidad que nos ofrecía… ejem… ya sabe quién, era de oro para nosotros. Pero ahí fue cuando empezó a hablarnos de un tal Kovayashi, dijo ciertas cosas…, muchas cosas; rápidamente nos dimos cuenta de que lo que en realidad quería era que lo matáramos. Habría dinero en efectivo, mucho.” Kovayashi tuvo la sensación de que, en el fondo, Feather lamentaba más tener que dejarlo vivir que haberse metido hasta las orejas en negocios demasiado turbios e inmanejables.

_ “Tendría que haber visto su cara, Doctor. Los ojos le brillaban, y esa… ejem… esa sonrisa que no se le borraba… era siniestro, y tuvimos miedo, ¿no fue así, Ferdibaldo? Intentamos deshacer la operación, pero ya era tarde. Él comenzó a extorsionarnos con los papeles que acabábamos de firmar.”

_ “En ese momento, los del billar dejaron la mesa y se pusieron uno detrás de nosotros y el otro en la puerta…” acotó Teller.

_ “Estábamos cometiendo varios… ejem… varios delitos juntos, desde sobornar funcionarios hasta falsificar documentos. No, si nos tenía agarrados de las… ejem… bolas, el malparido. Así y todo, nos iba a pagar una montaña de dinero por eliminarlo. Ciertamente, no teníamos muchas opciones, como comprenderá, Doctor. Es más, hasta nos regaló la pistola de Teller en una bolsa de papel madera que nos pasó por debajo de la mesa.”

_ “Bueno, me alegro profundamente de que se hayan dado cuenta de que Jorgito los estaba usando contra mí. No me extrañaría que todo el resto fueran bolazos, mentiras que usó para poder extorsionarlos, para forzarlos a convertirse en asesinos sin tener que molestarse en enfrentarme… Es Increíble, hoy mismo me alcanzó el diario a casa y se mostró como el Jorgito de siempre, fue simpático, habló de política y hasta recordó cuando era niño y le traía el periódico a mi viejo… ¡Increíble!” El lamento de Kovayashi fue sincero, profundo, y sus especulaciones acerca de Jorgito fueron avaladas en silencio por Feather y Teller. En un flashback, el Doctor recordó cómo lo había usado a él mismo para “limpiar” el barrio matando a aquellos chorros, y también cuando se encontraron a oscuras en el mismo departamento en el que estaban. Jorgito le había devuelto la estrella ninja que él olvidara clavada en el cuello del muchacho, y eso suponía que, llegado el caso, también él podría ser extorsionado (o eliminado) a voluntad. “Reverendo hijo de puta”, pensó y sintió ganas de vomitar.

_ “De todas maneras, Doctor, Él va a querer ver su… ejem… su cadáver.” Las palabras de Feather no escondían su miedo: si Kovayashi sobrevivía, Ferdibaldo y él estarían en serio peligro, no sólo de ir a la cárcel, sino de acabar fríos en una zanja. De repente, un estado de paz interior se apoderó del Doctor; había concluido con éxito un razonamiento brillante. Se puso de pie con la velocidad del refucilo, y señalando con ambas manos a sus interlocutores les dijo: “Señores, se me ha ocurrido un plan infalible. Escuchen, porque esto es lo que haremos mañana para llegar a vivir una senectud alegre dentro de muchos años.”

Y así fue cómo el Doctor Kovayashi les explicó su idea a Feather y Teller, con lujo de detalles. Los escritores escucharon con atención y preguntaron cada vez que tenían dudas. Antes de poner el plan en marcha, todos deberían de hacer ciertas compras y tareas durante la mañana del día siguiente. Sin más, se despidieron.

Una hora después, en la oscuridad de su jardín y de rodillas como un penitente, Kovayashi elevaba sobre su cabeza un objeto metálico. Los rayos de luna en cuarto creciente parecían lastimarse en los filos de la ofrenda, y al seguir su camino dibujaban sobre la medianera la terrible silueta de una estrella ninja.


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