Revista Diario

Una mañana libre

Publicado el 24 septiembre 2012 por Pirfa @paloma_pirfa
Una mañana libre Ojalá el día tuviera más horas. Con 24, me quedo corta. Me falta tiempo. Ya no lo quiero para mi, lo quiero para ella, para Cecilia, para poder dedicarle más y para hacerlo con menos prisas. Los días se me van y apenas me doy cuenta. Llego del trabajo, me acuesto la siesta con ella, vamos al parque y ya se nos hace de noche: cena, baño, cama y, otra vez a empezar, unas horas después, y a volver al trabajo. Así todos los días. Me gustaría correr menos, tener más tiempo para emplearlo jugardo con ella, besándole los pies, dándole el pecho, acariciándola, descubriendo sus hazañas diarias, intentando entender su nuevo lenguaje... Pero no lo tengo. Reconozco que ahora me he vuelto más ratera del tiempo y aprovecho cualquier excusa para dedicarle a Cecilia los minutos que antes no me importanba derrochar en tonterías. El pasado viernes, por ejemplo, una cita hospitalaria (una revisión, nada importante) me sirvió para pasar una divertida mañana con ella en el Parque de María Luisa.,
 Una mañana libre Primero, entre palomas, en la Plaza de América, donde ella parecía pasar mucho menos miedo que yo entre tanto pájaro. Y luego, alejadas de las plumas y el albero, sentadas a la sombra de uno de los altos árboles del parque. Disfrutamos del frescor de la hierba y la humedad de este enclave centenario y comimos, a medias, una bolsa de palomitas de mantequilla.
Una mañana libre
Sin mirar el reloj. Sin prisas. Ella parecia agradecer ese tiempo de intimidad compartida y no se apartó de mi lado. Parecía una niña mayor, sentada junto a su mamá. Nos hicimos algunas fotos y nos dimos los besos que nos debíamos.
Una mañana libre Fue apenas una mañana pero me ha puesto las pilas para una temporada. Es verdad que echo de menos los meses en los que tenía todo mi tiempo para ella y no tenía que compartirlo con otras obligaciones. Pero hay que levantarse cada mañana y acudir al trabajo. Hay que hacerlo y, encima, estar agradecida de tenerlo. Yo voy feliz, además, a sabiendas de que Cecilia se queda en las mejores manos, las de sus abuelas, y descontando los minutos que me quedan para volver a su lado en esta edad maravillosa que tiene, en la que todo lo descubre y repite.

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