Revista Literatura

Una Mejor Cosecha

Publicado el 07 diciembre 2019 por Mrlagarto @mrlizardrisin
Una mejor cosecha
Yo mate al doctor, si, no tiene sentido ocultarlo más tiempo. Ya no más, tengo demasiados ataques de pánico, y no sé cuánto podrá soportar este musculo vital, y el otro, el que se ubica por encima de mi nariz, siento que estoy perdiendo mi locura.
Y creo que es por eso que debo confesar.
En mi defensa debo decir que en mi afán por ser el eterno adolescente no me di cuenta de mis actos, no pensaba con claridad, y no repare, de que en mis manos llevaba un artefacto diseñado para robar vidas humanas (y animales también), que, mientras se pasean despreocupadas por ahí, hay muchos inconscientes como yo, esperando por quitarles algo, en este caso, la vida.
También debo decir, que alguna vez escuche por ahí, que quien desprecia la vida no es digno de vivirla. Por lo que hice justicia, por lo menos así, lo vieron mis ojos y estos transmitieron esa imagen en forma de sensación a mi cabeza, y ante los suyos, también debería verse como un acto de justicia, ajustando lo que esté flojo, aquí en esta tierra putrefacta y complicada. Si, un justiciero, un cobrador, Usted desprecia lo que se le ha dado, pues devuélvalo, alguien más podrá utilizarlo de mucha mejor manera.
Si, yo mate al doctor, pues quería darme unas pastillas para dormir, cuando yo prefería permanecer despierto, y otras más, de colores prometedores, pero de acción maligna, pues iban a apagar partes de mi cerebro, y yo lo necesito para pensar, y a veces para no pensar.
Todo eso, y los papeles blancos con letra ilegible, me hicieron pensar, no quería yo todo eso, solo vine obligado porque con alguien debía hablar, eso me decían las autoridades supremas de ese lugar en donde trabajo, “debe hablar con un especialista”, decían las pequeñas lacras, mientras bebían whisky importado más caro que mi auto y chupaban cucharitas de oro. Y aquí estoy, hablando con un especialista, que solo desea verme dormir y apagar mi cerebro, pues no, no me someteré a sus estupideces, y ser un sumiso idiota de los que creen que son más que uno.
Así es, no solo mate al doctor, sino que busque a los cerdos bebedores y amantes de las cucharitas de oro, y también les di parte de mi justicia.
Si, es como lo digo, ese mismo día, nacieron en este lastimero lugar, tres niños y dos niñas, justo la cantidad que barrí del piso.
Y luego de todo eso, cruzando entre medio del humo amarillo, llegue al final del pasillo y no vi la puerta de salida, esa ahí cuando mi corazón se dio a conocer con fuertes puñetazos en mi pecho, mi cabeza estallaba, como si mi cerebro estuviera creciendo dentro y quisiera salir, ojos afuera, inyectados en sangre supongo, ya que veía cada vez menos, temblores y sudor, calor, y solo el piso pudo abrazarme, no sé cuánto tiempo paso, pero la herida en mi cabeza indica que fueron varios minutos, pues la sangre está seca.
Luego de eso, pude ver más claro, el humo se había disipado, y vi la salida.
Una vez afuera, la noche caía y se hacía dueña de mis actos y me escondía con sus manos y me guiaba a casa.
Llegado y luego de asearme, escribo primero estas palabras, y ahora las recito en voz alta para Usted, si bien justicia es lo que he impartido, no dejo de sentirme mal, los “especialistas” no han podido curarme, y en su lucha por devolverme a la cordura, me volvieron esto que soy ahora, jugaron conmigo, termine con ellos.
Cinco lugares disponibles, ya fueron llenados con una mejor cosecha.
Y yo, me harte de caer, por eso me entrego y quiero que, de mí, se haga lo que ustedes quieran.
Eso que escribo más arriba, paso de verdad, no fue un sueño, no me lo invente, bueno, creo que algunas partes quizá si me las invente, pero solo para que no se aburriera Usted, mientras yo le contaba todo.
(Silencio y solo miradas, hubo una sonrisa, creo)
“¿Entonces?” Pregunte.
Y el movió la cola, ladro y me saco de un mordiscón el hueso que tenía para él. Me miro con carita feliz, no dejo de mover la cola y se tiró a devorar el hueso.
Mientras tanto, yo me sentaba y pensé que el perdón me era otorgado, pues todo había confesado y el Juez acepto mi soborno.
Les confieso que todo es verdad. Todo.
Pero aún estoy medio dormido y abombado por tanto humo, y además veo que están las pastillas que el especialista me dio.
A todo esto, perdón que los deje, pero a mis espaldas, mi casa está ardiendo hasta los cimientos.
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