Una mota casual en el horizonte, un punto apenas perceptible, una figura oscura. Le seguían otras dos motas, de color blanco. Era el chico solitario, cada día de lejos, se le veía con sus perros, iba y venía por la ladera del monte. No importaba si llovía, tronaba o hacía demasiado calor, quizá no tenía otra cosa mejor que hacer, sino amar a sus animales.
Tomada en Leioa