En la Alta Edad Media, La Coruña no es ajena al proceso de abandono de las ciudades que se vive en la cristiandad occidental. Desde el Bajo Imperio, la ciudad, que contaba con tribuno, aduanas, faro, recaudadores de impuestos y cohorte; fue perdiendo población, que buscó refugio en lugares más protegidos. El paulatino abandono de la ciudad hacia el interior de la actual ría del Burgo, dejó unas estupendas ruinas romanas, que, ya en época visigoda, eran llamadas Cesaria. De aquello quedan pocos restos, pues igual que sucedió con innumerables restos romanos -con el Coliseo sin ir más lejos-, las piedras se reciclaron para posteriores construcciones medievales.
Hasta mediados del siglo IX, no tenemos ningún tipo de testimonio arqueológico o historiográfico de lo que sucedía en el istmo herculino. Tan solo sabemos, por las crónicas de Alfonso III, que el lugar siguió estando habitado de forma ininterrumpida. Es más, su localización estratégica, que le valió la visita de Julio César y la fundación de la ciudad, fue también la razón por la que los señores, la Iglesia y los reyes desplazaran hacia allá ejércitos para hacer frente a los vikingos.
En el siglo IX, la Reconquista sufre un freno (se llega hasta el Duero, que será frontera natural pese a las campañas punitivas de los cristianos que a partir del siguiente siglo no serán raras de ver por Andalucía, (permitidme que me ría un poquito de los "ocho siglos" de dominio moro)) precisamente debido a las operaciones militares de defensa que se producían en el patio trasero. No puedes emprender campañas militares si en la zona que se supone que controlas te está viniendo Viki el Vikingo a saquear, indendiar, violar y deshollar. En 859, bajo Ordoño I (primer rey no electo desde tiempo ha), se produce una de las primeras grandes campañas vikingas contra España. La flota de drakkars no es capaz de desembarcar en Gijón, y el siguiente intento se produce en La Coruña, donde desembarcan y arman la de Dios es Cristo. Las incursiones vikingas duran semanas, cuando no meses y conllevan emplazamientos temporales, campañas militares y movimientos de población autóctona. Tras asaltar todo lo asaltable en el norte de Galicia, siguen camino hacia Lisboa, Cádiz y Sevilla, donde también la lían parda. Incluso en Córdoba, el moro se apresta a la defensa de la ciudad (es curioso que los vikingos se lleven a algunos moros, "hombres azules" a Irlanda, me pregunto qué habrá sido de ellos... o de ellas). La flota continuó por la costa levantina hasta las Baleares, Barcelona, Nimes, Arlés, Livorno y Pisa. Luego dieron la vuelta y regresaron a la Bretaña. Se pasaron más de tres años en esa campaña turística por toda Europa occidental.
Pudo haber sido peor: los vikingos tan a gusto o tan fácil tuvieron las cosas en la Heptarquía, que cambian reyes, fundan ciudades (York-Jorvik) y forman parte de la nueva aristocracia frente a los anglosajones. Claro que por aquella época, la Isla de Gran Bretaña era un cenagal pese a lo que Hollywood nos diga. Nada que ver con España donde pese a todo, seguía habiendo cierta continuidad con el mundo clásico. Es verdad que la invasión mora trastocó mucho, pero las propias crónicas de la época intentaban -ya sea por propaganda o por convencimiento- dar una continuidad a la monarquía, no ya con los reyes godos, sino con los propios emperadores romanos y de ahí incluso hasta Adán y Eva. Además, los mismos moros estuvieron bastante poco tiempo en el norte: su presencia en Galicia y al norte de los Picos de Europa es más bien testimonial.
En 866, a Ordoño le sucede Alfonso III. Aunque por aquella época, el título de rey ya se había vuelto hereditario, un puñado de condes todavía podía poner en serios apuros al rey y hacerle firmar lo que sea. Tras coronarse rey de Asturias Alfonso, el conde Frolián Bermúdez -Galliciae comite- levanta una revuelta contra él, que tendrá que huir al condado de Castilla (junto a su tío), hasta que asesinan al levantisco. En 884 sus tres hermanos también se levantan contra él. Después de mucho batallar con el moro, que fueran de su misma sangre no fue motivo para no hacerles capturar y quemarles los ojos. A los tres. También tenía una hermana, pero no le dio problemas. Alfonso III es un rey que escribe muchas crónicas (bueno él mismo no lo sé, pero tampoco lo descarto ya que emplea la primera persona. Aquí podéis leer una versión, recomiendo leer las páginas anteriores, que son graciosas: el autor incluye las Crónicas en los apéndices de su libro de historia para desmentir la calumnia de que lo que escribe es "sólo hijo de su imaginación", qué contemporáneo todo).
¿Qué relación hay entre La Coruña y Alfonso III el Magno? A comienzos del siglo X, se populariza la peregrinación a Santiago, lo que, junto a la estabilidad en la frontera con el moro, conlleva nuevas riquezas en el noroeste. Riquezas en una población muy dispersa, cuyos únicos núcleos urbanos son las ciudades romanas que accedieron a ser sede episcopal y pocas más. Se suele decir que en Galicia, hasta el siglo XII sólo tienen consideración urbana Santiago, Lugo, Braga, Orense, Tuy, Pontevedra, Allariz y El Burgo.
Caso particular es el de Mondoñedo, que accede a ser sede episcopal por la inmigración bretona (justo escapan del lugar de donde procederán las invasiones hostiles de los siglos siguientes), que trae consigo a su propio obispo -y por tanto sede- con sus propios ritos para la liturgia.
Mientras tanto, en La Coruña, conocida en la época como Faro o Faro Brecancio o Faro Brigancio (de Brigantium, nombre original de la ciudad y por los restos del faro romano, que en la época sería todavía la estructura más alta en muchas leguas a la redonda), se produce nuevamente una pérdida de población por lo cansino de las incursiones vikingas (ahora ya normandas). Parte de la población se mete hacia el interior, como dije antes, y prospera El Burgo o El Burgo de Faro, hoy conocido como El Burgo.
La segunda mitad del siglo X en Galicia, bueno, en España, nos regala una de esas historias que no tiene nada que envidiar a cualquier superproducción de la HBO: dramas, conspiración, regicidios, envidias... Que venga Ken Follet a tomar nota.
Tras la muerte de Ramiro II (956), sube al trono leonés su hijo Sancho I. Por "estar muy gordo" -sería conocido como Sancho I "el Craso"- es depuesto por algunos nobles. Durante dos años reinaría como un pelele su hijo Ordoño IV ("el malo"), dirigido por el conde de Castilla, Fernán González. Sancho, junto con su mujer Teresa Ansúrez y su abuela, la reina de Pamplona, Toda (o Tota, una anciana de armas tomar y nunca mejor dicho). Buscaron ayuda en el Califato, concretamente en Abderramán III, quien, viendo una ocasión para obtener ventaja de la división cristiana, ofreció a Sancho su médico personal para que le tratara la obesidad. Después de ponerse a dieta, la reina Toda y Abderramán III, unieron un ejército pamplonés-cordobés que en 960 tomó León, reinstaurando en el trono a Sancho I. La reina-abuela le picaría el billete a más de uno.
Tras este acto, Sancho volvería las tropas leonesas contra su antiguo aliado moro que pasaría a apoyar al huidizo Ordoño IV. Sin embargo, ni por un momento se le ocurrió volverse contra su abuela en Pamplona, ni, por supuesto, contra el conde de Castilla, no fuera a ser que le midiera el lomo. Tan mal gobernó Sancho, sin aliados externos y sin apoyo de una nobleza que le odiaba que dejó de tener control efectivo del reino (cosa que tampoco era rara en el noroeste en que mandaba la Iglesia y los condes de las grandes casas).
Gonzálo Sánchez -conde gallego-, en una estrellada noche de 966, se reunió con el rey Sancho en el monasterio de Castrelo de Miño (Orense) y lo envenenó. No se quedaría aquí la actuación de Gonzalo Sánchez, recordad el nombre.
Con el rey muerto, su hijo -Ramiro III- accede al trono con cinco añitos. Poco podría gobernar un rey niño, con lo que el reino de León se volvió a dividir en bandos (lo que quedaba del reino de León, claro, porque ahora veremos qué ocurría en Galicia). Elvira Ramírez, monja, hermana del fenecido rey Sancho, asume la regencia. En tan mala hora se llevaba con la reina madre -Teresa Ansúrez, metida en otro convento-, que no se les ocurre otra cosa que sumir al reino en la guerra civil. Mujeres. Perdón, monjas.
Ramiro III y su tía Elvira, nombran como valedor a un tal Rosendo, a la sazón obispo de Mondoñedo, de una poderosa familia gallega (el obispado se heredaba de tío a sobrino entre las familias nobles, ya atrás quedaban las épocas en que los fieles elegían a su obispo). Rosendo, pasaba el tiempo traduciendo, coronando reyes, casando condes, y levantando fortalezas para defender las rías gallegas de los ataques normandos. Al ser nombrado "virrey" en Galicia, lo nombran también arzobispo de Santiago de Compostela (bueno, todavía la sede episcopal estaba en Iria-Flavia).
Rosendo había estado a bien con Sancho I, cosa que no se puede decir del anterior arzobispo de Santiago, Sisnando, que en su día apoyó al bando de Ordoño IV. Muerto Sancho, Sisnando (también noble, claro) quedó libre para dedicarse a lo suyo: traducir cosas, levantar fortalezas, casar condes, armar ejércitos para combatir las incursiones normandas... Rosendo y Sisnando, se llevaban un poquito mal, cosa que no les impedía fundar monasterios de forma conjunta (al fin y al cabo, eran familia).
Rosendo, como señor más poderoso de Galicia, era responsable de la construcción de las principales fortalezas costeras defensivas (en el siglo X, no pasaban de ser torreones almenados). Una de ellas fue la Torre de Hércules, cuyos restos romanos fueron reacondicionados y estableció una guarnición permanente con hombres de armas (con sus familias en el pueblo, claro).
En diciembre de 966, Sisnando no tiene otra cosa mejor que hacer que sitiar y asaltar Santiago. Él mismo, cuando fue obispo, construyó la muralla y las torres de arqueros así que conocía muy bien los puntos débiles. Entraron en el palacio episcopal espada en mano y levantó de la cama -es un decir- a Rosendo quien le dijo: "Quien a espada hiere, a espada muere". No fue desencaminado Rosendo, que le pasó la mitra a Sisnando y se fue a Celanova.
Oratorio de San Miguel Arcángel, en el monasterio de San Salvador de Celanova, fundado por San Rosendo. Del siglo X. A la derecha, el interior. Pulsar imágenes para ampliar.
Dos años después. Tras el desembarco de la mayor flota normanda hasta la batalla de Hastings y tras superar las defensas de costa, un ejército normando espera al arzobispo Sisnando y sus hombres cerca de Santiago, en Teo. Sisnando lanza a su ejército en la batalla de Fornelos (968) contra los norteños pero muere en esa batalla. Los normandos entran en Santiago y la saquean. Con la muerte de Sisnando, Rosendo recupera su sede. (Menos de veinte años después, su propia familia conspiraría con Almanzor para saquear Santiago en 997).
A causa de nuestros pecados vinieron las gentes de los normandos a esta tierra y destruyeron la iglesia de Santa Eulalia de Curtis y otras de la comarca; sus sacerdotes fueron llevados presos y pasados por la espada; el fuego consumió las escrituras, y las mismas piedras perecieron por las llamas.
Viendo a la ciudad en ruinas, Rosendo decide pedir auxilio a un conde llamado Gonzalo Sánchez (el mismo que había matado al rey Sancho). Éste establece un sistema de vigilancia en la costa para seguir la ruta de huida de los normandos. En la Torre de Hércules dan aviso de que la gran flota pasa la noche fondeada en la ría de Ares. Gonzalo Sánchez no hizo prisioneros. Ni siquiera tuvo miramientos con Gunderedo, líder de los invasores y hermano del rey de Noruega. Lo pasó a cuchillo.
¿Qué ocurrió con el rey niño y las monjas? La guerra civil leonesa se decidió en 975, en el asedio del castillo de San Esteban de Gormaz: los moros asediados recibieron refuerzos y los reinos cristianos fueron testigos de la debilidad del rey leonés. Su tía se retiró al convento y la reina madre volvió con sus partidarios a apoyarle. Pero en el Califato, Almanzor se reveló como un gran contrincante para la cristiandad lo que debilitaba aún más tanto al rey de León como al conde de Castilla. La nobleza gallega, en 981, proclamó rey a Bermudo Ordóñez. Pese a los intentos de Ramiro III de retomar el control de Galicia (batalla de Antas de Ulla, donde hacen un pan riquísimo), moriría sin conseguirlo. Bermudo Ordóñez, como Bermudo II, fue coronado así, dos veces, en la catedral de Santiago.
Nota: San Rosendo fue declarado santo por Celestino III, su fiesta es el 1 de marzo. Su madre, Santa Ilduara, celebra onomástica el 20 de diciembre.