Hace un tiempo largo ya que pienso en dejar Buenos Aires. Que el ritmo porteño es de locos ya lo decía Miguel Cantilo en la década del 70 y nunca fue un problema para mí.
Pero el pulso de la ciudad se viene acelerando, impulsado por la bonanza económica de los últimos años. La creciente actividad y la concentración demográfica seguirán aumentando en tanto la economía siga funcionando y todo indica que más o menos las cosas seguirán ese camino.
El boom de la construcción, en una ciudad donde la falta de regulación es ya un rasgo de identidad, va modificando el entorno y la vida cotidiana de quienes aquí vivimos. Los derrumbes y los muertos en demoliciones y construcciones mal inspeccionadas no son hechos extraordinarios sino síntomas de una manera de entender y gobernar la ciudad.
A veces tratando de ser optimista pienso que el boom de la construcción ya pasará. Más pronto o más tarde estarán demolidas todas las casas y en su lugar habrán cancherísimas pajareras de diseño con commoditties y, Dios quiera, estacionamiento propio. El problema es el saldo que eso nos deja: una ciudad sobrepoblada y sobreconcentrada. ¿Quien quiere vivir así?
Mientras las ciudades se concentran internet se abre y se expande conectándonos y borroneando la relación centro-periferia. El progreso avanza, afortunadamente ya no lo hace en una sola dirección, ahora se ramifica, se fragmenta y se multiplica. El avance de la tecnología digital permite crear nuevas formas de trabajar y eso abre la puerta a nuevas maneras de de vivir.
Soy diseñador gráfico, me llevo muy bien con la tecnología y hace rato que mi oficina está "en la nube". Cada día se desarrollan nuevas herramientas que permiten hacer cosas que hace unos años eran ciencia ficción. Creo que es momento de empezar a aprovechar todos estos recursos.
Conociendo el mercado para el que trabajo, sus ciclos, baches e inestabilidades decidí no armar una estructura fija de empleados y oficina sino ir buscando "socios estratégicos" (como dicen los chicos ahora). Con lo cual mi equipo, el equipo del que formo parte, está desparramado en una vasta geografía en movimiento: Belgrano, Nuñez, Flores, Humahuaca, Barcelona, El Hoyo y hace un tiempo Bariloche.
Así que allá vamos: A seguir. A inventar. A probar. Construyendo, siempre para adelante.