Gracias Francesc Miralles, my magician, por dedicarme algo tan bonito
“Querid@s amig@s,Esta semana quiero hablar de una amiga muy especial que acaba de ser madre: Isabel del Río. El pequeño Max ha salido clavado a su padre, Iván, un ninja con el corazón de oro, entre muchas otras virtudes.Conocí a Isabel -Isi para los amigos- en la misma barra del bar L'Astrolabi donde se fundó Hotel Gurú, mi primera banda. Mi hermano espiritual, el escritor Jordi Cantavella, me la presentó por si podía ayudarle a pulir LA CASA DEL TORREÓN.Por aquel entonces yo apenas había hecho de sherpa literario, pero nos arremangamos los dos y, una tarde por semana, íbamos editando la novela página a página con un chupito de ron cortesía de la casa como combustible. Tardamos cinco o seis meses en tener la versión impecable que acabaría publicando La Galera en castellano y en catalán, con unas ilustraciones fantásticas de Oriol Malet.Pelearse con líneas y párrafos durante tanto tiempo da para mucho, así que trabé amistad con Isi y su ninja, que me inició en el noble universo de las cervezas, además de brindarme algunas sesiones de cine gore. Desde entonces, mucho hemos vivido y compartido hasta llegar a este punto vertiginoso de la existencia, cuando salen de casa dos personas y vuelven tres, y es para siempre. Pura magia.De las mil anécdotas que podría contar sobre esta hechicera buena, voy a mencionar solo una que para mí es muy significativa.En la época en la que escribía mano a mano con Álex Rovira, una revista de libros nos puso en su punto de mira y dedicaron media página a insultarnos y a poner a caldo una publicación nuestra. Hasta aquí todo lícito, porque hay libertad de crítica, pero lo feo del asunto fue que no se atrevieron a firmar la crítica. En vez del nombre de la persona que nos ponía a caldo, firmaron con el pseudónimo de un colectivo fantasma. Tampoco era tan difícil saber quién había detrás, porque esa revista se organiza básicamente entre dos personas: el director y un editor-redactor.Pese al disgusto, preferí no decir nada y lo mismo hizo Álex Rovira. Mucha gente de mi entorno literario estaba en contacto con las personas que nos faltaron al respeto de esta manera, pero nadie se atrevió a enfrentarse a ellos por miedo a quedar mal con la revista. Por aquel entonces, antes de que se hundieran las ventas de libros, era un medio muy influyente.Nadie se atrevió a defendernos de esta trastada excepto una persona: Isabel del Río. Sin importarle lo que pudieran pensar de ella, escribió al director para decirle que había sido un acto de cobardía publicar una crítica destructiva y malintencionada sin el nombre de quien la suscribe. El director le respondió que habían puesto seudónimo (nunca lo hacen, siempre van firmadas) para evitar represalias.A saber qué quiso decir con eso, pero de este episodio me quedo con el acto de valentía de una novelista que por aquel entonces se iniciaba en la jungla editorial. Antepuso la amistad y su sentido de la justicia a cualquier favor que pudiera hacerle aquel medio en el futuro. Una pequeña heroicidad que jamás olvidaréCon estos padres, no me cabe duda de que el pequeño Max caminará muy erguido por el mundo.¡Feliz semana y larga vida al recién llegado!Francesc”
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