Revista Talentos
En el pasado, al nacer, nos tatuaban la fecha de nuestra muerte. Éramos milimétricamente felices, cada cual distribuía su vida como quería. Tuvo que llegar la Gran Revolución, promovida por aquellos que disponían de menos años, para abolir esa norma. Y ahora, todo el mundo puede, incluso, perder el tiempo.