-Está usted muy callado.-Es que soy mudo.-Ah, perdone.-…-No, espere. ¿Cómo va a ser mudo si me acaba de responder?-No, yo no he dicho nada. Ya le comento que soy mudo y tal.-No lo entiendo.-¿No sabe lo que es un mudo? Y no me responda que una paded, por favor.-Sí, sé lo que es un mudo, pero usted habla.-Hablo pero soy mudo. Es una rareza.-¿Cómo que una rareza?-Las hay peores. Tengo un familiar que sólo se expresa mediante sonidos provocados con el sobaco.-No es posible.-Sí, sí, mire. Yo también soy muy hábil haciendo cantar el sobaco. ¿Reconoce esta melodía?-No, no…-Era la novena sinfonía de Beethoven.-Que no…-Que sí, el segundo movimiento.-Que no es eso. No es eso. Me refiero a que no es posible que usted sea mudo y hable.-¿Por qué no? Otro familiar mío es cojo y corre los Sanfermines.-¿Cómo va a correr los Sanfermines un cojo?-Pues tirando calle Estafeta para adelante, como todo el mundo.-Que no…-Que sí, sale de Mercaderes y ya enfila hacia la calle Estafeta.-Que no puede ser, hostias.-No sea malhablado.-Prefiero ser malhablado que mudo.-No diga tonterías. Si fuera mudo no podría ser malhablado.-¿Cómo que no? Usted mismo es mudo y habla.-Pero nunca digo palabras malsonantes.-Eso habría que verlo.-Querrá decir oírlo. Las palabras no pueden verse.-Pues en ese caso no tengo nada que hacer.-¿Por qué no?-Porque soy sordo de nacimiento.