Hace poco más de un año, coincidiendo con nuestro cuarto aniversario, sufrí una crisis curiosa que por fortuna ya he superado. De pronto, me di cuenta de que nuestra relación había ascendido de la categoría noviazgo a la de relación estable. Y he de confesarlo: me entró el pánico.
¿Cómo lo supe? A veces yo también me lo pregunto. Nunca pensé que estas cosas pudieran vivirse con la conciencia suficiente como para nombrarlas, ni mucho menos estaba prevenida para sufrir una crisis por su causa. Supongo que mi cerebro hizo una suma con el tiempo de relación que llevábamos, el de convivencia, nuestra forma de vida y la magnitud de nuestros proyectos, y las cuentas le salieron claras.
¿Y por qué el pánico? Al fin y al cabo, si nuestra relación se había convertido en estable, eso significaba que las cosas iban bien, lo cual era bueno. ¿Entonces? Tampoco tengo una respuesta para esto. Solamente sé que de pronto me vi preguntándome compulsivamente qué era una relación estable y cómo iba a transcurrir la nuestra ahora que se había convertido en eso. Nunca me he considerado una persona con miedo al compromiso, y sin embargo, entiendo que algo parecido debió de invadirme para que de pronto no pudiera dejar de pensar en otra cosa.
Hoy creo que sería capaz de describir a grandes rasgos lo que para nosotras es una relación estable, y también puedo decir que me gusta, que la prefiero y que me alegro de estarla viviendo.
Me gusta conocer como conozco a mi novia, y que, a la vez, me siga sorprendiendo. Me gusta disfrutar de la rutina que hemos construido y saber que, de vez en cuando, podemos romper con ella e innovar. Me gusta cómo manejamos nuestros problemas estructurales y cómo somos capaces de aceptar los nuevos y enfrentarlos poco a poco para irlos resolviendo. Me gusta que nuestra vida en común transcurra con placidez, pero también con ilusiones, alegrías y arrebatos de pasión. Me gusta saber que tengo en ella una amiga, una hermana, una compañera, una amante y que, al mismo tiempo, sé que no puedo darla por hecho y que debemos cuidarnos mutuamente para que nuestra relación siga siendo lo que es.
Nuestro amor ya no es sólo el que sienten dos personas que se gustan, que se desean, que quieren compartir su tiempo; se ha convertido en algo más. Por eso, y sin restarle un ápice de belleza a los inicios de una relación, para mí tiene muchísimo más valor.
Y porque una relación estable no se convierte necesariamente en una relación eterna, espero ser capaz de cuidarla como se merece para que siga creciendo y desarrollándose como lo ha hecho hasta aquí.
En conclusión: ¡estoy encantada con nosotras, mi amor!