Todo lo que nos rodea tiene un significado para nosotros. Esa esquina por la que pasas todos los días no es un simple cruce de calles, es la esquina por la que pasas todos los días, es la esquina que ves cada mañana. El olor de esa perfume, no es un olor neutro, es el recuerdo de esa persona especial. Las lentejas con chorizo, no son unas simples lentejas, son las lentejas de la abuela.
Todas las cosas tienen un significado para nosotros. Son las cosas que nos hacen ser nosotros mismos. Pero, y ¿qué pasa cuando esas cosas no son buenas? Cuando cada vez que pasamos por esa esquina nos entran ganas de llorar porque fue ahí donde te enamoraste por primera vez. O cuando no puedes evitar ponerte triste cada vez que hueles ese aroma de aquella persona tan especial, que ya no está contigo, o como cuando las lentejas de la abuela, ya no puede hacerlas la abuela.
A veces nos olvidamos que las cosas son cosas, independientemente de los recuerdos y lo que estas signifiquen para nosotros. Gertrude Stein escribió: “Una rosa es una rosa es una rosa”. Y es verdad, ella quizá nos está sugiriendo lo que no es una rosa. Una rosa no es una relación amorosa que terminó trágicamente hace cuatro años, no es un regalo de san Valentín, ni tampoco es una disculpa. Una rosa es eso, una rosa.
De vez en cuando viene bien pararte y ver las cosas como son en realidad, no como son para ti o lo que significan.
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