Una sencilla carta de amor.

Publicado el 25 febrero 2015 por Marga @MdCala

Inolvidable Esperanza:

Te escribo estas líneas, de puño y letra de mi nieto más joven, sin saber a ciencia cierta si te llegarán como es mi mayor y último deseo. Tu recuerdo y tu nombre me animan a ello, de modo que te dejaré expresos mis pensamientos, tal que si me leyeras en este justo instante.

Cuento con un centenar de años vividos, y me encuentro postrado en la cama de un hospital, a la espera de concluir mi experiencia en este maravilloso mundo, pero no me iré sin antes permitir a la poesía hacer justicia contigo. Aunque solo sea a través de esta carta, y mediante la voluntad de un viejo. Tú fuiste la primera mujer que yo amé, y quiere mi memoria que seas la última que, de igual forma, deje de recordar. Y eso solo lo conseguirá la muerte, Esperanza. No te quepa la menor duda.

Aquellos fueron tiempos difíciles, querida, e hipocresía más que nobleza obligaba a mantener ciertas apariencias que, hoy día, jamás habría permitido. Enamorarse hasta perder la cordura pocas veces resultó un buen negocio, y casi nunca logró ser bastante. Tener una hija fruto de esa pasión, aún menos. Pudieron más ellos, los otros, todos… Y yo, que te quería tanto como ahora y como siempre, devine en el cobarde acomodaticio que se requería. Mucho nombre y poca renta, Esperanza. Y me casé como Dios mandó. Ahora sé que como nunca debí… aunque por respeto a la que fue mi esposa durante tantos años, callaré esa parte.

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Tuve dos hijos más a los que sí otorgué mi apellido, mis cuidados y mis bienes, pero jamás olvidé a nuestra niña que, como tú, permanecisteis vivas y amadas, bien resguardadas en el fondo de mi alma. Ya nada pierdo. Ya todo lo perdí. Y la sonrisa cómplice y comprensiva de mi nieto me confirma que desaparezco por la senda correcta, que es la de los justos.

¡Que todos sepan de mi eterno amor por ti! ¡Que todos sepan de mi antigua cobardía! ¡Que se enaltezcan tu grandeza y silencio infinitos! Que otros se avergüencen ahora, que es el único momento en el que yo logro sentir orgullo.

Gracias, lo siento, y… te quiero.

Fdo.: Ramón García de Sola y Serra.