Cuando las caarpas se desentumecían y el recinto renacía, unas grises nubes invadían la ciudad como presagio del amargo futuro que le aguarda con la llegada a la urbe de las novísimas hordas urbanas. Pero eso importaba poco para que con el inexorable transcurrir del reloj, el recinto se abarrotase de público y de lectores, como el pasado fin de semana o el próximo. Pero era martes. Nadie lo olvide. Los autores volvieron a hablar de la novela de aventuras. El ganador de la última edición del Premio Caja Granada, asiduo en el aparato extraoficial de la organización, se atrevió a meter el dedo en la llaga, y preguntó cuál era el lector de la novela de aventuras. Cierto compatriota del director, para no perder la sana costumbre de filosofar con teorías darwinistas y otras similares, siguió en su línea, hablando de lo humano y de lo divino de la literatura y del individuo. Como siempre, divertido y rebatido por su compatriota. La tarde avanzaba despacio, y todo el mundo aguardaba que fuesen las siete. Poco a poco, la Carpa de Encuentro comenzaba a rezumar: muchas caras conocidas de la vida social y cultural de este Gijón, que se rebela a que los «nuevos súbditos» rijan su destino con una más que evidente sinrazón; autores, editores, libreros, agentes literarias, y, lo más importante, lectores y público en general iban ocupando todas las sillas del recinto Y la gente se agolpaba de pie y se arremolina. La expectación era máxima. ¿Quién dice que no va nadie a la Semana Negra? En seguida apareció un inmenso tropel de periodistas y fotógrafos que abrían paso a una comitiva de lujo: Juan Cueto, Tini Areces y Paco Ignacio Taibo II, seguidos de un numeroso grupo de personas de la organización y seguridad. Casi nada. 24 años de recuerdos. Los tres, junto al periodista Alejandro Ortega, ocuparon sus escaños, y comenzó el acto. Plagado de recuerdos y emociones, de momentos inolvidable del Gijón que fue, que es, y del que queremos que sea: Recuerdos de El Musel, de la zona de los astilleros, de los aledaños de El Molinón, y hoy de las inmediaciones del campus universitario, una zona, -dicho sea de paso- acotada y blindada a todo lo que no sea académico y universitario. Hablaron alto y claro. Con firmeza y sencillez, con la convicción de que ningún aire neoconservador será capaz de arrebatar a esta ciudad un evento que, en un solo modelo, es capaz de convertirla en la capital mundial de la literatura.
Una tarde de recuerdos y de esperanza en el futuro
Publicado el 27 julio 2011 por HouseCuando las caarpas se desentumecían y el recinto renacía, unas grises nubes invadían la ciudad como presagio del amargo futuro que le aguarda con la llegada a la urbe de las novísimas hordas urbanas. Pero eso importaba poco para que con el inexorable transcurrir del reloj, el recinto se abarrotase de público y de lectores, como el pasado fin de semana o el próximo. Pero era martes. Nadie lo olvide. Los autores volvieron a hablar de la novela de aventuras. El ganador de la última edición del Premio Caja Granada, asiduo en el aparato extraoficial de la organización, se atrevió a meter el dedo en la llaga, y preguntó cuál era el lector de la novela de aventuras. Cierto compatriota del director, para no perder la sana costumbre de filosofar con teorías darwinistas y otras similares, siguió en su línea, hablando de lo humano y de lo divino de la literatura y del individuo. Como siempre, divertido y rebatido por su compatriota. La tarde avanzaba despacio, y todo el mundo aguardaba que fuesen las siete. Poco a poco, la Carpa de Encuentro comenzaba a rezumar: muchas caras conocidas de la vida social y cultural de este Gijón, que se rebela a que los «nuevos súbditos» rijan su destino con una más que evidente sinrazón; autores, editores, libreros, agentes literarias, y, lo más importante, lectores y público en general iban ocupando todas las sillas del recinto Y la gente se agolpaba de pie y se arremolina. La expectación era máxima. ¿Quién dice que no va nadie a la Semana Negra? En seguida apareció un inmenso tropel de periodistas y fotógrafos que abrían paso a una comitiva de lujo: Juan Cueto, Tini Areces y Paco Ignacio Taibo II, seguidos de un numeroso grupo de personas de la organización y seguridad. Casi nada. 24 años de recuerdos. Los tres, junto al periodista Alejandro Ortega, ocuparon sus escaños, y comenzó el acto. Plagado de recuerdos y emociones, de momentos inolvidable del Gijón que fue, que es, y del que queremos que sea: Recuerdos de El Musel, de la zona de los astilleros, de los aledaños de El Molinón, y hoy de las inmediaciones del campus universitario, una zona, -dicho sea de paso- acotada y blindada a todo lo que no sea académico y universitario. Hablaron alto y claro. Con firmeza y sencillez, con la convicción de que ningún aire neoconservador será capaz de arrebatar a esta ciudad un evento que, en un solo modelo, es capaz de convertirla en la capital mundial de la literatura.