Hace mucho tiempo que nos conocemos, tanto que he olvidado la fecha, eres una figura habitual en mi vida. Coincidimos por las mañanas en el bus que nos lleva al trabajo el la ciudad donde vivimos.
Nuestros trabajos están muy cerca y muchas veces nos vamos a tomar algo y conversar durante el tiempo de receso de la jornada laboral.
Has pasado dos semanas fuera por cuestiones relacionadas con tu trabajo y no hablamos durante ese tiempo. Regresaste ayer en la tarde.
Hoy me invitaste a tomar algo después del trabajo para hablar sobre tu viaje y lo que habías visto de interesante además de ponernos al día de los últimos acontecimientos.
Hace unos meses me separe después de años de una relación bastante tormentosa y tú te divorciaste hace años y has tenido relaciones temporales que no han resultado bien. Ninguno de los dos teníamos a nadie que nos esperara en casa.
Es verano, con mucho calor y un sol cálido y resplandeciente de una bonita tarde sin nubes.
Nos fuimos andando a un bar cercano con aire acondicionado y un acogedor ambiente.
Hablamos sobre lo que deseábamos tomar y nos decidimos por vino blanco frío y ligero que nos regaló su aroma frutal y su sabor fresco, jugoso y duradero que recordaba a manzanas sabrosa y maduras.
Después de un rato de saborear el vino, hablar sobre tu viaje y otras tonterías, te quedaste callado un rato mirandome a los ojos con intensidad y urgencia, me quedé prendida en ellos sorprendida, tu mirada me turbaba y me intrigaba.
Tus ojos me decían cosas que me sorprendieron, en tanto tiempo que nos conocíamos nunca me habías mirado así, no podía explicar tu actitud pero me gustaba lo que sentía perdida en tus ojos.
Después de un tiempo sin hablar, manteniendo tu mirada en la mía me dijiste que habías extrañado mucho nuestros encuentros en las mañana y nuestras conversaciones, y te habías sorprendido de ese sentimiento, los días pasados sin vernos te había hecho pensar mucho en nuestra relación.
Nos sentíamos bien juntos, conversando de muchas cosas, en ocasiones de problemas personales y bastante íntimos de nuestras relaciones pasadas. No nos habíamos dado cuenta hasta donde llegaba eso de sentirnos bien juntos.
Los dos nos mirábamos sorprendidos, sintiendo que algo más que una amistad nos unía.
No sabemos qué pasó entre nosotros, pero después de varios días sin vernos algo que estaba dormido despertó.
Tomaste mis manos suavemente si separar tus ojos de los míos, jugaste con mis dedos y luego con ansiedad tus manos apretaban las mías.
Nos separaba una pequeña mesa para dos situada cerca de los cristales que permiten ver la calle llena de gente y la hermosa tarde de verano de agosto.
Nos acercamos los dos al mismo tiempo y nuestras bocas se unieron en un beso dulce, enamorado y ardiente.
La tarde sonrió, todo nuestro entorno se perdió y quedamos envueltos en el beso.
El amor, que pasaba por allí, se quedó con nosotros dándole sabor a nuestro beso.
Belisa Lucha