Confesaré un secreto: desde hace unos días, hago pan en casa. Es algo extremadamente fácil hasta para mí, que no me distingo precisamente por mis habilidades culinarias. Basta con mezclar cantidades exactas de harina, levadura, agua templada, aceite de oliva y sal, sabiendo que cuanto mayor sea la calidad de los ingredientes, mejor será el sabor del pan. Unos minutos en el horno y... voilà!. Es una actividad extremadamente agradecida: a poco que le pongas ganas, el resultado es simplemente espectacular. Además, y ésta es la razón principal de mi nuevo pasatiempo, mientras uno se pringa las manos con harina, amasando sin piedad esas especie de plastilina en la que se convierte el conjunto, la mente puede evadirse libremente a cualquier situación y, al tiempo que uno estruja y estruja lo que se trae entre manos, pareciera como si fuera liberando sus particulares frustraciones. Existe una alternativa más popular: la pelota anti-estrés, pero os garantizo que por mal que lo hagáis, vuestro pan siempre sabrá mucho mejor!.
Algunas figuras del mundo NFL deberían seguir mi consejo y llenar sus despensas de todo tipo de panes auto-fabricados. No sé si mejorarían sus resultados deportivos pero a buen seguro que vivirían de forma menos estresada. Os invito a seguirme en un improvisado coast to coast, a través del continente norteamericano. Iniciamos el viaje en la capital de la nación. En el hogar de los Shanahan, el horno echa humo. El pater familia, Mike Shanahan -de los Shanahan de toda la vida-, es uno de los head coach más prestigiosos de la NFL. Acompañado de su hijo, Kyle Shanahan -me ahorro reiterar el chiste fácil-, coordinador ofensivo de los Redskins, deben de estar sobando una descomunal montaña de harina y levadura. La temporada, pese a algún considerable tropiezo, parecía funcionar de forma controlada. Hasta que, en un partido contra los "débiles" Lions, el rumor tomó condición pública cuando Shanahan hijo decidió sentar al incombustible McNabb por un quítate allá en un tercer down porque no me estás haciendo ni puto caso. Las aclaraciones, desmentidos, medias verdades y medias mentiras que durante las siguientes horas trascendieron a los medios de comunicación por parte de todos los implicados confirmaron que las aguas bajaban más turbias de lo esperado por la ribera del Potomac. Hallulla para Mike, Manolete para Kyle y Pan Bazo para Donovan.
Doscientos kilómetros más hacia el norte, en la otro hora revolucionaria ciudad de Philadelphia, un horno en particular lleva trabajando, fulltime, durante los últimos tres meses aunque no siempre a las órdenes del mismo "panadero". El horno del águila -como así es conocido entre sus amistades-, allá por el mes de septiembre era puesto en marcha, casi de forma compulsiva, por un tipo de unos 50 años y más que entrado en kilos. Cuenta el propio horno en su blog personal que "el individuo me obligaba a trabajar 12 horas diarias mientras le veía amasar hasta el histerismo mientras no dejaba de repetir, como si de un mantra se tratara, algo parecido a: ColboBic-ColboBic". Pero al poco tiempo todo cambió. Al imperfecto no se le volvió a ver pero fue rápidamente substituido por un sujeto, mucho más joven, que con la cabeza vendada apareció al poco tiempo y con rapidez se hizo el maestro del pan de espiga al tiempo que lloraba por su mala suerte. Pues eso, Pan de Espiga para Kolb y Pan de Chapata para Andy.
En Tennessee, Jeff Fisher, enfrentado a su quarterback titular, Vince Young, por un problema disciplinario tras ser derrotados por los Washington Redskins. Cuentan los cronistas que un disgustado Young lanzó sus hombreras a los espectadores y posteriormente, ya dentro del vestuario, abandonó la reunión de grupo. Cuando Fisher le recriminó su actitud diciéndoles que estaba "abandonando al equipo", él le respondió con un motinero: "no, te estoy abandonando a ti". Creo que le asiste la razón al head coach pero él mismo debería de saber que gran parte de la temporada -ahora que aún mantienen serias opciones a los playoffs-, depende de mantener el timón firme, eso está claro, pero en ocasiones, lo más efectivo es la mano de hierro con guante de terciopelo. Baguette para Jeff y Fabiola para Vince.
Y para qué contaros como ha acabado de quemada la tahona en Minneapolis!!!. Mil kilómetros más hacia el oeste, allí donde desputan las rocosas, en la fría ciudad de los caballos salvajes, los Denver Broncos han tenido que instalar una máquina de conceder turnos a fin de organizar la demanda de uso para el único horno que la franquicia dispone. En principio pasó por allí un tal Tim, arribado al lugar hacía poco tiempo, medio enfadado por no tener un papel de mayor importancia en el equipo. Los croissants salían como rosquillas con la peculiaridad de que cada uno de ellos llevaba marcado el símbolo de la cruz. Al cabo de algún tiempo, varios jugadores del equipo ofensivo del equipo solicitaban "disfrutar del relax que sólo una buena masa puede ofrecernos". Sin embargo, la preocupación ha llegado al despacho de Brian Xanders cuando Kyle y McDaniels se pelearon en cierta ocasión por ver quien de los dos debía de haber comprado la levadura. Por primera vez, las ostias -con perdón- superaron en cantidad y calidad a los productos harináceos.
En la costa oeste, los consumos eléctricos de los hornos, tanto en San Francisco como en Oakland, no han sido menores. Mike Singletary y sus chicos no están levantando cabeza y a estas alturas de la temporada, empiezan a ver que se les escapa cualquier aspiración al mismo ritmo con el que se entregan a la bella competición nacida en las duchas del Candlestick Park: a ver quien la tiene más grande; la hogaza, por supuesto.
En Oakland no son tan extremados; Tom Cable tan solo está calentando el horno esperando el retorno del único HC que por el extremo occidental del Bay Bridge ha valido la pena: John Madden. Señores, preparen sus delantales. Ahí fuera hay un océano de miles de panes por hacer!.