Algunas figuras del mundo NFL deberían seguir mi consejo y llenar sus despensas de todo tipo de panes auto-fabricados. No sé si mejorarían sus resultados deportivos pero a buen seguro que vivirían de forma menos estresada. Os invito a seguirme en un improvisado coast to coast, a través del continente norteamericano. Iniciamos el viaje en la capital de la nación. En el hogar de los Shanahan, el horno echa humo. El pater familia, Mike Shanahan -de los Shanahan de toda la vida-, es uno de los head coach más prestigiosos de la NFL. Acompañado de su hijo, Kyle Shanahan -me ahorro reiterar el chiste fácil-, coordinador ofensivo de los Redskins, deben de estar sobando una descomunal montaña de harina y levadura. La temporada, pese a algún considerable tropiezo, parecía funcionar de forma controlada. Hasta que, en un partido contra los "débiles" Lions, el rumor tomó condición pública cuando Shanahan hijo decidió sentar al incombustible McNabb por un quítate allá en un tercer down porque no me estás haciendo ni puto caso. Las aclaraciones, desmentidos, medias verdades y medias mentiras que durante las siguientes horas trascendieron a los medios de comunicación por parte de todos los implicados confirmaron que las aguas bajaban más turbias de lo esperado por la ribera del Potomac. Hallulla para Mike, Manolete para Kyle y Pan Bazo para Donovan.
En Oakland no son tan extremados; Tom Cable tan solo está calentando el horno esperando el retorno del único HC que por el extremo occidental del Bay Bridge ha valido la pena: John Madden. Señores, preparen sus delantales. Ahí fuera hay un océano de miles de panes por hacer!.