Una vida en la que mi madre aplauda todas mis decisiones
y mi padre nunca se ponga de su lado.
Una vida que no desafíe la visión del mundo de los demás,
ni sus ideas, ni sus emociones, ni sus experiencias,
para que nunca deban cuestionárselos.
Una vida que cumpla con todas las tradiciones
y que aun así siga siendo justa y compasiva.
Una vida sin malas caras, sin dedos acusadores,
sin insultos, sin desprecios,
sin dolor.
Una vida sin miedo, sin dudas, sin equivocaciones,
que siga el camino marcado para vivirla sin error.
Una vida en la que las mujeres son devotas,
las maestras no tienen pareja
y los hijos vienen con un marido.
Una vida sin sobresaltos, sin improvisaciones,
sin definiciones provisionales que puedan cambiar.
Una vida pequeña e imposible,
políticamente correcta,
que todavía me hace sufrir.