Sus ojos me observan, implorando libertad, a través del cristal. Una lágrima rueda por mi cara. Sus patitas escarban el suelo, visiblemente con intención de escapar, de una jaula de cristal. Imposible.
Cada mañana, desayuno en un conocida tienda donde a parte de flores, productos para el cuidado de plantas y alimentos para animales, hay una zona donde unas jaulas tienen en su interior cachorros de varias razas de perros. Cada mañana, después de desayunar, un impulso me lleva hacia esa zona, sin quererlo, pero sin poderlo remediar.
Cada día los mismos cachorrillos, con sus mismas ganas de escapar y su desesperación visible en sus ahogados ladridos; unos golden de unos tres meses, me tienen enamorada; quiero liberarlos y al mirar el cartel de "700euros" me rompe el corazón ¡imaginate que tu vida solo valiese esa cantidad! Nada ni nadie, animal y / o persona, debería de valer una cantidad.
Hoy el impulso me ha llevado hacia las jaulas de cristal y en su lugar, un cachorro de pastor alemán. He sonreído por la liberación de los golden, pero sólo a durado un segundo, frenado por la lágrima que recorre mi cara, al pensar, que uno se va y otro viene en su lugar. Un no acabar.
Sé que allí los cuidan y por las noches duermen fuera de esas jaulas, pero duele, que sean objeto de miradas durante todo el día de apertura del centro, como si fuesen productos que se exponen en un escaparate; rectifico, no es "como si fuesen", es que SON productos que se exponen en un escaparate, donde nadie es consciente de que su infancia se marchita bajo un corazón latiendo...a través de una jaula de cristal...