A Eva no le gusta el fútbol, mientras su marido ve los partidos del mundial, ella está en la habitación leyendo un libro que la abstraiga del incesante ruido de los comentaristas que retransmiten el partido. Raúl ama el fútbol porque el tiempo que dura un partido, es abstraído de los problemas exteriores, se evade de todo. Eva está en la habitación leyendo inconsciente del carácter histórico que puede adquirir sí España, al fin, logra la tan deseosa Copa del Mundo.
De repente, tras el minuto 116 mareas rojas andantes, banderas ondeando al viento con destellos rojos y amarillos, personas enroscadas unas a otras chillando al unísono con cada gol metido, bocinas que no dejan de sonar y canciones e himnos saliendo desde una múltiple, enorme, misma voz.
Eva abre la puerta de su habitación y se topa con el beso ardiente de Raúl. Hacía tiempo que no se daban un beso así, con tanta pasión e intensidad. La cara de él, rebosa alegría, sus gestos eufóricos alientan a su boca a reírse a carcajadas.
Ambos están en paro, apenas llegan a fin de mes y el alquiler siempre se paga unos días después del debido, la tensión estaba en cada estancia de la casa, los besos, caricias, mimos, pasaron a un segundo plano esperando que en cualquier momento los número rojos en el banco les destrozaran la felicidad que tenían cuando decidieron irse a vivir juntos.
Eva, tan contraria al fútbol por lo tonto y cavernícola que le parecía este deporte y el comportamiento de la gente al respecto, le ha hecho darse cuenta que algo tan insólito como un partido, le ha devuelto la alegría, la evasión de todo lo malo, no sólo a Raúl, sino a mucha gente.
Sí que varios hombre detrás de una pelota marcando un gol que los hace campeones del mundo, hace que la crisis, el paro y la inestabilidad emocional hace que por unos instantes todo sea menos negro, menos malo, menos grave, entonces: ¡ viva España!
Ambos se pintarrajean la cara con los colores de la bandera y se bajan a la calle a celebrarlo con más vecinos, personas conocidas que ayer tenían la cara siempre húmeda por las lágrimas de la desesperación y hoy, no dejan de gritar, reír y sobretodo, olvidar las rivalidades, los separatismos, para unirse en un sólo bloque. Sólido, indestructible.