Uno de los factores que influyeron en la sublevación de F...

Publicado el 04 junio 2013 por Eugeniomanuel
 Uno de los factores que influyeron en la sublevación de Franco contra la II República fue el poder de la Iglesia Católica. Aquella Iglesia apoyó el descontento de los privilegiados y de la parte del  estamento armado perjuro y no tuvo inconveniente en bendecir y denominar "cruzada" al crimen fascista. El malestar del pueblo, en gran parte desorientado por la mezcla ideológica de José Antonio, que unió su propia cosecha a la de Ramiro de Ledesma Ramos, Mussolini y Hitler, entre otros, frente a  la influencia de los puntos de vista internacionales antifascistas, vino a producir la fractura social que dejó servido el desastre de la Guerra. Grave error fue el que la República, ineptamente dirigida en el gobierno, no tomara en serio la sedición militar hasta que las mejores tropas del Estado (las radicadas en África) no estaban ya en Sevilla al mando del mentiroso general Queipo de Llano y aún  más grave , el que los países europeos se aliaran para la no intervención en la contienda bajo la miope idea de no internacionalizar un conflicto que ya nacía mundializado. Todo calló por su propio peso y cuando la orientación quiso imponerse, o cuando las brigadas internacionales y la aviación rusa entraron en combate ya era probablemente demasiado tarde para una desunida República que, para colmo de males, no supo aunar fuerzas a tiempo ni utilizó sus recursos con eficacia. La Generalitat Catalana tardó en armar al pueblo bajo las dudas de los posibles desórdenes que la medida podía producir, pero más tardó el Gobierno Central que, de haber armado a los sevillanos como se hizo al final con los madrileños, quién sabe si otra hubiera sido la suerte.
 La anterior reflexión (bien manida, por cierto) me viene del conflicto que, en estos momentos de grandes marejadas, trae la imposición de la asignatura religiosa en la enseñanza obligatoria, elevándola a la categoría  curricular dentro de un Estado de, a regañadientes, vocación laica. Si suponemos que impera el sentido común y la derecha pierde ámpliamente las próximas elecciones generales en favor de una mayoría de izquierdas, nos situamos en que el gobierno salido de las urnas tendrá que hacerle frente a la católica tropelía "rajoyana", procediendo de inmediato a derogar el privilegio obtenido por los católicos,  a reparar el retroceso de la Ley del aborto y (¿por qué no?) a proceder a una segunda llamémosle desamortización, que es como le llamarían los obispos, de al menos los beneficios fiscales de los que goza la Iglesia Católica con agravio del resto de confesiones religiosas. Sucedido esto el revuelo de sotanas será inminente, la católica e imperial España saldrá de las alcantarillas del olvido y su malestar se unirá al de los privilegiados (los beneficios de las empresas españolas escandalizan a Europa) y, esta vez, aunque el ejército sea profesional y mínimo y no quepa (toquen madera) esperar estampidas de galones y estrellas, no hay que olvidar que Rajoy ha armado a la policía y a la guardia civil hasta los dientes y que estos cuerpos están muy lejos de parecerse a sus antecesores, la misma Guardia Civil y la Guardia de Asalto. En la parte opuesta estaremos los parias victimas de las políticas de recortes, de la destrucción consecutiva de puestos de trabajo, del maltrato de las pensiones y del, en definitiva, desmantelamiento del  "Estado del Bienestar". Si a todo esto le unimos una Monarquía que no se sostiene por sus propios abusos y un Borbón que no está dispuesto a perder la corona a pesar del clamor republicano actual, la fractura social esta otra vez servida en una historia que tiene de sobra demostrada su vocación cíclica.
  No van a faltar "gallardones" que, a la manera  joseantoniana y al más puro estilo del Mitín de la Comedia, ataquen a las masas con intenciones curanderas de la "patria" (eso lo podremos ver en la próxima campaña electoral) y que preconicen los males venideros  si en las elecciones triunfa la versión contemporánea del Frente Popular. Estos salva-patrias saldrán de las clases privilegiadas y como lobos disfrazados de corderos o con sus cantos de sirenas, pueden atraer a la parte del pueblo que, cansado de tanto discursos de P.S.O.E. y P.P. prometiéndolo todo y cumpliendo nada, se lance en su desesperación en los brazos del hechizo de unas siglas nuevas por el simple hecho de serlo, con los ojos cerrados y sin pararse a pensar más allá de simple continente.   En cuanto a la cuestión internacional ahí está Alemania que comienza a discriminar a los paises del sur y a estigmatizarnos como vagos y poco responsables, ahí está el experimento griego, el portugués y hasta el que estamos viviendo en nuestras propias carnes, aunque a mi entender la "cosa" viene desde atrás y con mucho terreno andado:    Fue la Sra. Tacher la que habló de la "teoría socio-política de los dos tercios" En ella afirmaba que, a corto plazo, el capitalismo no podría subsistir sin que un tercio de la población mundial quedara marginada, es decir: que, en la práctica, condena a muerte a ese tercio de la sociedad. Lo malo de esta teoría es que es terriblemente cierta si se tiene en cuenta que la supervivencia del sistema capitalista ha dependido de dos guerras mundiales con anterioridad, ya que su debilidad  o su virus destructor se encuentra dentro de él mismo, justamente en sus propios cimientos que están construidos con el espíritu de la competencia, absolutamente contradictorio con el de solidaridad. El problema capitalista es que, a estas alturas, la solución de una tercera guerra no parece (vuelvan a tocar madera) viable por el poder destructivo que podría presumirsele y, por qué no, por la diferencia cultural de las poblaciones actuales respecto de las anteriores que sí la posibilitaron. Al miedo del poder destructor se le uniría la oposición de una sociedad civil más organizada,  unos ejércitos profesionalizados y  un creciente espíritu pacifista y más comprometido con evitar el deterioro del planeta.   Otro factor supraregional que interviene en está encrucijada es el de la mundialización de la crisis financiera con sus altos niveles de desempleo y la espeluznante caída del consumo, además de las tendencias derechistas de algunas regiones en contraposición con los planteamiento claramente revolucionarios de otras.  Los ingredientes están preparados y son los mismos que provocaron la catástrofe, ahora bien, si queda establecido la imposibilidad de la guerra ¿cuál es la salida capitalista? La respuesta es clara: los mercados tienen que actuar, como ya lo hacen, alterando el equilibrio de la población para que los beneficios de los privilegiados no disminuyan, cobrándose las mismas masas humanas que pudiera eliminar la guerra. Las armas no serán iguales, pero el gatillo de la miseria o de la manipulación industrial puede ser lo mismo de eficiente que la artillería que ya no puede ser usada. Desde este punto de vista queda claro que "la guerra" ha comenzado hace tiempo y que no cesará hasta que no se restablezca el equilibrio que el capitalismo desea.   La alternativa de la Tercera República pasaría por el camino de no cometer los errores de la Segunda, haciendo que su actuación ofrezca la confianza y la contundencia que, desde el primer momento le de credibilidad mayoritaria. Este camino, sobradamente conocido, pasa por decisiones imprescindibles que parten de la realidad de que el capitalismo es un sistema caduco y no tiene posibilidades de regenerarse sin el enorme costo del sacrificio de millones de vidas humanas.  De que las crisis no son más que periodos de caída de antiguas creencias y advenimiento de otras nuevas, especies de tropopausas, al igual que ocurrió con el Manierismo, que supuso el espacio comprendido entre el fin de la Edad Media y comienzo de la sociedad neoclásica, postulado este que ha de entender y compartir  la más amplia mayoría social.   Finalmente, las izquierdas, hoy más que nunca, tienen la obligación moral de entenderse y de emprender unidas la vía de la REVOLUCIÓN, estando claro que no es una meta, sino un comportamiento constante que se manifiesta en la sucesiva e imparable mejora de los logros humanos. En caso contrario pasaría lo de siempre: los ángeles de la revolución acabarían convirtiéndose en sangrientos policías y vuelta a empezar... hasta el próximo revuelo de sotanas. Eugenio Manuel Díaz Herezuelo  Junio 2.013