Revista Diario

Unos días duros

Publicado el 05 julio 2010 por Bloggermam
Unos días durosHan sido unos días duros. He visto vuestros mensajes de ánimo por diferentes medios, pero no tengo energía suficiente para respondeos individualmente. De modo que aprovecho la ocasión para dar las gracias a todos los que dijeron exprésamente algo, o simplemente lo pensaron sin dejarlo plasmado. A todos gracias.
La muerte repentina de alguien cercano que probablemente pasaba por uno de los mejores momentos de su vida siempre es trágico para familiares y amigos.
Pero esta desgracia todavía es más retorcida cuando se llega a una situación de coma irreversible, sin ninguna esperanza.
Una situación que se alargó durante una semana, pero que podría haberse alargado más tiempo. Esto me hace pensar en el sufrimiento de familias que tienen a seres queridos en una situación similar, sin ninguna esperanza, y al mismo tiempo sin la posibilidad de vivir el duelo y reponerse de la pérdida. Nosotros sólo lo hemos sufridos unos días y es duro. De modo que sólo puedo admirar la resistencia y capacidad de sufrimiento de los que pasan por este trago un día tras otro, una hora después de otra durante semanas, meses o años.
Finalmente el desenlace funesto llega y tras haber pasado unos días sin saber muy bien a qué carta quedarse, la sensación es extraña, como si los acontecimientos le estuvieran sucediendo a otras personas. Por fin nos rendimos a la evidencia y la pena nos vence. El dolor sólo es brevemente apaciguado por la certeza de que la donación de órganos estará salvando alguna vida o mejorando la calidad de vida de otros.
Ya he tenido que asistir a varios funerales en Galicia, dónde la reverencia a los difuntos es toda una cultura y no termino de acostumbrarme a la solemnidad, a los velatorios infinitos, a tantísimos rostros desconocidos que comparten un sentimiento verdadero de duelo y que derrochan cariño y ánimo con los familiares. Me resulta complicado de explicar e imposible de agradecer todo lo que hicieron y el trato recibido.
No me cansaré nunca de agradecer -en nombre de la familia y también propio- tanto agarimo de todas las personas de aldeas cercanas, del personal médico, de la compañía de seguros, de la funeraria, del tanatorio, de la ONCE y de muchos otros que todavía no sé de dónde aparecieron.
Todo ello me hace convencerme de que hay muchísima gente buena por el mundo y que lo único que pasa es que los hijos de puta meten más ruído, sobretodo uno con bigote al que maldigo.
Prometo volver a las andadas en breve.

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