Los bolsillos perdiendo peso a cada paso, el dinero echa a correr rápidamente hacia un destino desconocido. A donde irán los cabrones de los euros con tanta prisa? El misterio del siglo, que todos intentan desentrañar, o al menos obstaculizar en lo posible la marcha de los mismos.
Solos de saxo reverberando entre los edificios, mientras el viandante se pregunta a que ciudad se habrá trasladado el amor, que hace tiempo que no le ve. Larga espera al pie del paso de cebra, ante una infinidad de coches furiosos que toman las calles
Los músicos y actores callejeros, con su espectáculo improvisado a cambio de la voluntad, en una sesión sin final, más talento que el de los que salen por la tele. talento denostado, y mediocridad encumbrada, delirio de la sociedad.
Armonía en los escaparates de los estudios de fotografía, brumas de estrés y urgencia fuera de ellos, en la multitud que camina con gesto de cansancio, a cien pasos por minuto, en busca de innecesarios utensilios que comprar, aguijoneados por la conminatoria publicidad.
Esquivos transeúntes que huyen de los vendedores callejeros de dogmas religiosos. Clientes de bares que luchan a brazo partido contra las palomas y otras aves, por su espacio en las terrazas. Perros sueltos que triscan alegremente, olfateando a su anchas todo lo que les place, más felices que aquellos humanos con los que viven, en una existencia mas sencilla y directa, sin subterfugio alguno.
Cacofónicas obras que dejan una capa de barro a su paso. Permanentes portadores de bolsas de plástico de enigmático contenido. Primeros ciclistas del año, aventurandose a salir. ante los atrayentes días de sol que asoman.
Preludio del verano, que ya se anuncia, días soleados, que evaporan penas. Cuerpos expuestos al sol. Almas al borde de la ebullición. Suave brisa que aparte los nubarrones del desconsuelo que penden sobre la metrópoli. Nueva estación, que devuelva el color y el calor a la ciudad, y a sus gentes.