Emerson tira la bola y emerge de sus manos un centauro. Él sabe que nadie le va creer. En ese lugar todo es sombra y nadie hace ningún intento por detenerlo. De repente recibe una llamada, al colgar no recuerda quién ha sido. Percibe que el sentido de la especie es la preservación, no obstante sigue tirando la bola una y otra vez.La bola gira en imponentes latitudes, cae con profundidad hasta el vaho del responso y se unifica mil veces para regresar a sus manos otra vez. Recibe otra llamada y al escucharla reconoce la voz pero al terminar de hablar nuevamente la olvida. Quiere recordar de quién son las llamadas y las cartas. Cierra las ventanas porque supone que lo observan desde fuera pero no está seguro. Sabe de la existencia del otro pero no descifra como detenerlo. Se impulsa nuevamente a lanzar la bola más arriba y crece de sus manos otro centauro. La lluvia golpea las ventanas y una voz finita se escucha entre las escaleras del piso de abajo, muy tenue,vuelve a sonar el teléfono.Obsesionado por detener las llamadas, busca la insignia que emerge del centauro cada vez que tira la bola. Las voces se escuchan cada vez más cercanas y filudas. Mira los paquetes apiñados cerca al televisor y decide abrirlos. Suena el teléfono, lanza la bola, gritan las voces e irrumpe la policía en la casa. Emerson levanta los ojos se mira al espejo y sólo ve al centauro.