El negro era más negro.
El gris se hacía más gris.
Los colores no los distinguía.
Y la música ya no sonaba.
La vida pasó a ser en mute.
No tenía fuerzas.
No sentía alegría.
Sólo una pena tan honda como el océano
Tan intensa como el llanto de un bebé.
No encontraba las ganas de levantarse por la mañana.
Las noches se despedazaban en trocitos, en cachitos de angustia. En insomnio.
No sabía porqué.
Quería volver a reír,
Volver a saltar, cantar y hasta llorar de emoción.
Llenarse de algo. Lo que fuera.
Estaba vacía y buscaba el motivo a tientas. Aullaba por dentro, fingía por fuera.
Seguía el mismo ritual cada mañana. Misma hora, pitaba el despertador y le arrancaba de la cama sin motivación
Ducha. Café. Llanto de un crío. Queja del mayor. Cereales erróneos. Cola cao derramado. Mesa sucia.
Ella arreglada con su mejor camisa para la entrevista de trabajo a las 10:00.
Arrastra al peque a cambiarse, llora desconsolado. Se abraza a su mama, le mancha la camisa. Ella suspira. Piensa que no tiene más camisas limpias, o no tan elegantes como aquella, le consuela, le besa. Se calma el niño, al segundo sonríe. Ya no es nada. Sólo el suelo de la cocina con colacao, ella con una mancha en el hombro... Los niños ríen y a ella la llenan.
Ring. Llamada necesaria.
Piensa. Coordina. Resuelve.
Le sigue faltando el aire.
Bocadillos. Mochilas. Abrigos.
¡Rápido! ¡No llegamos!
¡Nos cierran!
Salen los niños se hacen la zancadilla. Se tropiezan. Enfadan. Gritan. Les falta la mochila al mayor, el abrigo al pequeño.
No ha respondido correctamente a esa llamada, piensa, mientras chilla: ¡mochiiilas!
Suena el teléfono:
- Señorita Hernandez le llamamos par una entrevista de trabajo.
¡¡¡¡¡Mama!!!!!!!!!!!! ¡¡¡¡¡Dani me ha pegado!!!!!
- Sí, soy yo. ¿Para qué oferta me está llamando?
¡¡¡¡Buaaaaaah!!!
- Veo que la pillo en mal momento, la llamo más tarde si le va bien.
- Me haría usted un favor muy grande-mira la pantalla: numero oculto, se lo repiensa. Quizás no sea tan buena idea.- bueno mejor si me dice usted donde debería presentarme. Pipipipi ya habían colgado. Sentimiento de rabia, impotencia. No la volverán a llamar.
Colleja al niño inmerecida, injusta, desproporcionada.
El niño se queja, se la mira ofendido. La entiende. ¡Mas no consiente!
Ella le abraza: "lo siento bebé, no ha sido por ti."
Él la abraza más fuerte, coge con sus bracitos su cuello con fuerza, apreta y susurra en su oido: "yo hasta el infinito, mamá."
Ella piensa: "me está doblando los pendientes de hojalata, pero... ¡qué tierno!"
Él se separa y la mira orgulloso, de sí mismo. De su mamá.
Coge su mochila y levanta a Dani del suelo.
- Vamos Dani, que si no queremos que mama explote hemos de ir al colé.
Ella se derrite de ternura, de puro cariño. De deliciosa ricura. Como ha podido hacer ella a esos dos bombonazos.
Todas las madres deben pensar que sus hijos son lo más grande del mundo. ¡¡¡Pero en su caso es verdad!!! ¡¡¡Jajajaja! ¡Que absurdo se le antoja su propio orgullo!
Suena el teléfono.
Lo coge más tarde. Se queda mirando cómo se van al cole de la manita.
Sus tesoros, sus bombones. Esas cositas hechas personas que se quieren con una locura infinita con torpes gestos.
Ring ring.
Mira el teléfono, número oculto.
- Señorita Hernández. Querríamos citarla para una entrevista de trabajo.
A veces no todo son malas noticias. Laura sonríe aliviada. Necesita un café.
ELLOS. VOSOTROS. NOSOTROS.
La Suelta.