Pues sí, cuando llega este día, no sé si os pasará a vosotros, pero yo me encuentro eufórico. Parece que me voy a comer el mundo y mi mente no hace más que procesar todas las cosas que haré durante los días de asueto que con tanto esfuerzo me he ganado. Playa, museos, gastronomía, montaña, deporte, lectura, conciertos, fiestas... ¡Demasiadas cosas para tan poco tiempo! Voy a acabar exhausto con tanto "trabajo".
Pero claro, igual que si de una botella de gaseosa se tratara, los ímpetus se van calmando y voy dejando acciones de lado. La playa está muy lejos, hace calor, me mancho el culo de arena... ¿Leer? El Marca, porque las tres horitas de viaje diario en transporte público para ir a trabajar ya dan para muchos libros, y encima, el precio que tienen... Gastronomía, la de casa, que los restaurantes están carísimos y llenos de turistas... Museos, ¡pero si ya los he visto todos! Montaña, deporte... tampoco, porque volveré más cansado al trabajo de lo que me fui. Deporte, el justito, que el calor no da para mucho, así que mejor vemos la pretemporada del Madrid por la tele. Total, que me quedan los conciertos de las fiestas patronales de aquí y allá, las cañitas, unos kilitos de más y el consiguiente cabreo porque no me valen los vaqueros, y ganas de volver a la rutina del trabajo diario, el control de los gastos, y el gimnasio, para que vuelvan a entrar los vaqueros.
Acabo de empezar mis vacaciones y ya estoy deseando volver al tajo... ¡cachis!