Vacunarse o morir de nostalgia. La nostalgia de volver a viajar, de salir a la calle a sentarse en cualquier banco, la nostalgia de encontrarte en la Gran Vía o en cualquier calle a esa persona que a veces añoras. Un antiguo compañero, una amiga del instituto, tu familiar favorito y que hace siglos que no ves.
Y por eso te pones la vacuna, para no morir entre cuatro ventanas, aunque la composición del fármaco esté más o menos probado.
Pero el virus del presente tiene muchas variantes. Se propaga por televisión y la pantalla de tú teléfono. No sabes que es mentira y que es verdad, depende un poco de lo que te interese. Añoro cierta época en la que el futuro era enorme, lleno de oportunidades y una sensación de crecimiento y evolución infinita.
No ha aprendido la lección de la vida, aquél que cada día no supera un miedo.
Julio César
Pero ahora como la misma canción de reggaeton interpretada por los más dispares bots sintéticos han hecho del futuro un carrusel. Por mucho que corras, por mucho que te esfuerces el carrusel ha dado otra vuelta y de nuevo estás en el punto de inicio. También no hace mucho era normal para un luchador iniciar una mil veces la partida, levantándose de nuevo del suelo.
Ahora parece distinto, nada se renueva todo se deshace y de nuevo el hilo de la vida teje en la rueca de la sociedad actual. Ha algunos el volcán les ha puesto en su sitio, a otros me temo que un sunami de incertidumbre nos golpeará cuando menos nos lo esperemos.
El fin del camino
Cuando llegue ese día, depende cómo tengamos esas abdominales de levantarnos mil veces, podremos más o menos aguantar lo que el futuro nos depare.
Mientras llega ese momento, no recojas velas, ni arrojes si quiera tu ancla. Mantén el rumbo y cuando el viento no sople, sopla tú tus velas, para algún día al llegar al otro lado de esta tormenta de cenizas, digamos ¡Lo he superado!
Mientras tanto, ¡boga!
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