En la esquina de Uruguay y Marcelo T, por comer una ensalada, en una mesa de afuera de un bar, pleno mediodía con los primeros soles radiantes primaverales.
Me detengo a reflexionar. A bajar un cambio y entender por dónde va mi vida. Como que al hacer muchas cosas uno no contempla que se tiene que asentar lo que bulle de adentro. Hay que darle tiempo a que asiente aparte de arremeter.
Como. Me relajo. Pienso que todo llega a su debido tiempo y que a su vez hay que buscarlo.
Dar el paso de adquisición, de mejoría, de subir la vara del estándar de vida de cada uno, de afianzamiento, da más soltura, más precisión y certeza.
Compu arreglada, sommier en puerta y arreglo de cuestiones de la casa son los pasos inmediatos. El resto deviene.
Me siento impreciso, sin el foco puesto en lo que debería. Y aún así ejecuto lo que va siendo crucial durante el día, voy accionando pero está bueno hacerlo a conciencia. También sé, por autoconocimiento, que cuando me siento desenfocado es que están ocurriendo cosas importantes, cambios de raíz, y que en ese reajuste no distingo que estoy en la boca del túnel, como ya pidiendo pista para nuevas conquistas.
Soy quisquilloso, y ante la instancia de tener que decidir siempre me invade la duda primero, el temor por que sea la mejor decisión, y la verdad es que tal cosa no es muy precisa, fluctúa, y depende de la energía que se le ponga.
¿Idealizamos lo que no tenemos y deseamos, o vamos por la consecución de lo pretendido? El legítimo derecho, la voluntad expresada en acción.