Ayer por la tarde al ir a recoger al piojo a la guarde, hacía unos días que no iba yo,me acordé de Silvia y su reflexión sobre la FELICIDAD que escribió en el JUEVES CON de esta semana de DE MUJER A MUJER. Al salir el piojillo de su clase y verme esperándolo en el jardín salió corriendo, brazos abiertos y sonrisa de oreja a oreja, al tiempo que decía mamáááááááááááááá. Ver su cara de felicidad sencillamente porque yo, su mamá, había ido a recogerlo a la guardería no tiene precio y me hizo sentirme maravillosamente bien. De inmediato la sonrisa se amplio aún más en mi cara y me agaché para abrazar a mi piojo, el cual no paraba de decir mamááááááááááá. Ese momento puede repetirse cada tarde, de hecho, hoy volvió a suceder,la diferencia ha sido mínima en vez de gritar mamááááááááá, ha gritado mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Y se amplió su grado de alegría al ver el coche del padre aparcado en la puerta y entonces empezó papááááááááááá. Su felicidad fue total y absoluta, la nuestra al verlo igual, en esos momentos se te olvidan todos los problemas, los malos rollos y sólo existe esa sensación inigualable que te provoca la felicidad de tu hijo. En ese momento, olvidé las malas noches, la falta de sueño, el cansancio acumulado por los días sin dormir y justo ahí pensé: Sí, un hijo te resta parte de tu libertad, nosotros seguimos saliendo pero siempre con él, hace mucho que no vas al cine, leer un libro ya no te lleva uno o dos días, sino semanas. Sí, es verdad, mis sales del mar muerto siguen muertas en la estantería del baño pero los dolores de parto, las horas en el paritorio, la cesárea y todo lo que vino después ¡VALE LA PENA!
¡Vale la pena!
Publicado el 14 abril 2012 por ElvaAyer por la tarde al ir a recoger al piojo a la guarde, hacía unos días que no iba yo,me acordé de Silvia y su reflexión sobre la FELICIDAD que escribió en el JUEVES CON de esta semana de DE MUJER A MUJER. Al salir el piojillo de su clase y verme esperándolo en el jardín salió corriendo, brazos abiertos y sonrisa de oreja a oreja, al tiempo que decía mamáááááááááááááá. Ver su cara de felicidad sencillamente porque yo, su mamá, había ido a recogerlo a la guardería no tiene precio y me hizo sentirme maravillosamente bien. De inmediato la sonrisa se amplio aún más en mi cara y me agaché para abrazar a mi piojo, el cual no paraba de decir mamááááááááááá. Ese momento puede repetirse cada tarde, de hecho, hoy volvió a suceder,la diferencia ha sido mínima en vez de gritar mamááááááááá, ha gritado mamiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii. Y se amplió su grado de alegría al ver el coche del padre aparcado en la puerta y entonces empezó papááááááááááá. Su felicidad fue total y absoluta, la nuestra al verlo igual, en esos momentos se te olvidan todos los problemas, los malos rollos y sólo existe esa sensación inigualable que te provoca la felicidad de tu hijo. En ese momento, olvidé las malas noches, la falta de sueño, el cansancio acumulado por los días sin dormir y justo ahí pensé: Sí, un hijo te resta parte de tu libertad, nosotros seguimos saliendo pero siempre con él, hace mucho que no vas al cine, leer un libro ya no te lleva uno o dos días, sino semanas. Sí, es verdad, mis sales del mar muerto siguen muertas en la estantería del baño pero los dolores de parto, las horas en el paritorio, la cesárea y todo lo que vino después ¡VALE LA PENA!