Seríamos unos hipócritas si no reconociésemos que hemos sido llevados a esta crisis global por puro consumismo. El ansia de tener ha derribado imperios y aniquilado razas, violentado la paz y asesinado amores. Nos han enseñado que siempre debemos aspirar a más, a toda costa, aún cuando no sepamos qué es más. ¿Más caballos en el coche, la piel más suave, una pareja con menos arrugas, más pecho, menos nalgas, un Jes Extender porque “¡a mí me gustan grandes!”?. Si sólo valoras lo que mide un pedazo de carne, más te vale recluirte en una charcutería.
Amigo/a, ningún objeto suple un abrazo, ningún alarde económico oculta carencias individuales. Recuerda los momentos más felices de tu vida; ¿Qué había allí? Besos, paisajes, amigos… Luchar contra el paso del tiempo con una tarjeta de crédito como espada, es luchar contra un dragón inexpugnable, contra tu propia vida.
Pero, ¿Qué os voy a contar?, también seriamos hipócritas si no admitiéramos que en momentos puntuales de nuestra vida, necesitamos esa parte consumista. Es una cura para la tristeza analgésica y eventual. Haciendo el proceso de compra compartido, puedes tocar corazones. Perdonadme el momento caramelo líquido, deben ser las fechas… ¡Regala con amor!. Dile a alguien lo importante que es para ti. Regala con corazón y con conciencia.
Nosotros -¡sólo si quieres, vaya!- somos una opción
Y a todo esto, cooliflowerenses, ¡Feliz Navidad!, que ya toca.
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