(Foto: Google.)
Yo no sé si tengo algo o no tengo nada que ofrecerte.
Aprendí a no desear más de tu ofrecimiento. Y desde ese momento siento que eres más que lo que siempre anhelé y da miedo decirlo tan deliberadamente.
No sé porque siempre volvemos al mismo punto de encuentro, al principio de esta historia extraña que nadie entiende.
A veces no la entiendo ni yo.
Pero me gusta, reconozco que me gusta lo que no se puede explicar con palabras, lo que no se gasta, lo que no se puede recitar como oratoria.
Y de nuevo aparece el silencio. El silencio más bello cuando estamos juntos y tú juegas con mis nudillos. Es mi sonrisa, son tus labios los que se comen a besos cualquier atisbo innecesario.
Es la paz, la armonía de nuestros cuerpos amándose, haciendo el amor o reconociendo que se estimulan, que nunca se han juzgado.
¿Se puede sentir toda una vida de esta manera?
Yo no lo sé. Y supongo que tú tampoco sabes nada.
Pero si en algún momento crees saberlo o piensas que lo has descubierto por favor, no me lo digas deja que vuelva el silencio.