No quiero volver a verte nunca más después de esta experiencia. Me invitas a una cita inolvidable y me llevas a casa de tu madre; una anciana encantadora que teje crochet sin despegar la vista del televisor. Me ofreces cacao caliente. Odio esa bebida. Tras la cena, acostamos a tu dulce mamá, apagas luces y dejas encendida una lamparilla auxiliar. Cuando pienso que la cosa puede entonarse, buscas una peli de zombies, te sientas a mi lado y después de ver gente devorándose te acercas para besar mi cuello. Suerte que anteví tus incisivos colmillos. Ingenua de mí, creía sólo en los vampiros energéticos.
Revista Diario
No quiero volver a verte nunca más después de esta experiencia. Me invitas a una cita inolvidable y me llevas a casa de tu madre; una anciana encantadora que teje crochet sin despegar la vista del televisor. Me ofreces cacao caliente. Odio esa bebida. Tras la cena, acostamos a tu dulce mamá, apagas luces y dejas encendida una lamparilla auxiliar. Cuando pienso que la cosa puede entonarse, buscas una peli de zombies, te sientas a mi lado y después de ver gente devorándose te acercas para besar mi cuello. Suerte que anteví tus incisivos colmillos. Ingenua de mí, creía sólo en los vampiros energéticos.
