- A partir de este momento, la monarquía comienza a ser contemplada como un poderoso enemigo de la Revolución. Las masas reaccionan contra la aristocracia, compañera de los reyes en su resistencia a la revolución.
- Surgen movimientos republicanos hasta entonces inexistentes o sólo latentes. La Asamblea Nacional, compuesta por nobles y burgueses, nunca había cuestionado la legitimidad del monarca y la viabilidad del régimen monárquico, aunque deseaba limitarlo en un régimen constitucional (que venía diseñando desde el 89). En todo caso, la situación tras Varennes da alas también a los monárquicos constitucionalistas, que tienen la posibilidad de presionar al rey para que firme la Constitución que limitará su poder hasta ahora nominalmente absoluto.
- En el seno girondismo se gesta una deriva desde el realismo inicial hasta el republicanismo, a través del sector jacobino, deriva desencadenada precisamente a partir del episodio de Varennes, ya que el jacobinismo interpreta esta huida como una traición.
- Además, la clase obrera parisina, incipiente proletariado urbano, acabará emparentándose con el jacobinismo republicano, tomando conciencia de su potencial político. Es una fuerza nueva con que no contaban los iniciadores de la Revolución, nobleza, clero y burguesía. A partir de Varennes, este sector social se organizará de la mano del jacobinismo y dará un giró radical a la Revolución.
- La nobleza realista, representada en los emigrados y encabezada por el conde de Provenza, hermano del rey y futuro Luix XVIII, también contribuye a crear tensión. El conde de Provenza consiguió alcanzar la frontera y llegar a Bruselas. Allí se declara regente, manifestando así su deseo, largamente oculto, de ocupar el trono. Con su acción aumenta la agitación realista y alimenta el peligro de una guerra abierta contra Francia, y genera una situación de inseguridad en torno a la familia real, incluido el Delfín, futuro Luis XVII (sólo reconocido por los realistas). Provenza juega la baza del interés de las monarquías europeas en detener todo avance del republicanismo, y presiona para que se declare la guerra a Francia con absoluta indiferencia hacia la persona de Luis XVI. Esta indiferencia constará la vida a Luis XVI y María Antonieta.
- La reina seguirá un doble juego, apoyándose en Barnave, para intentar ganar tiempo y conseguir el mantenimiento de los privilegios ahora discutidos por la Revolución. Confía en su hermano para lograr una alianza de las potencias monárquicas europeas. Pero su hermano está pendiente de cuestiones como el reparto de Polonia entre Prusia y Rusia. El rey prusiano llega a discutir con Leopoldo, sucesor de José II, ambos hermanos de la reina, la posibilidad de esa alianza, pero a la vez autoriza a su embajador en París a dar apoyo financiero a los jacobinos. Hay que resaltar, por ejemplo, las dudas de José II de Austria, hermano de María Antonieta, que mantuvo una gran cautela ante los acontecimientos revolucionarios de Francia, y sólo en agosto de 1791 se decidió a firmar la Declaración de Pillnitz (en Sajonia, Alemania), a favor de una coalición internacional para salvar a la monarquía francesa, a propuesta de los emigrados franceses en Austria. Sin embargo, esa declaración, desde el punto de vista de Leopoldo, sólo pretendía evitar la guerra. Sólo que Leopoldo muere el 1 de marzo del 92, y quien le sucede, Francisco II, sobrino de María Antonieta, verá en la guerra con Francia una oportunidad para ganar influencia en Europa.
- Gustavo III de Suecia, absolutista también, contempla la situación esperando intervenir en el momento oportuno y convertirse en el salvador de Francia y Europa. No llegará a tiempo: a mediados de marzo de 1792 muere asesinado.
- El duqe de Burnswick se perfila como comandante de la supuesta alianza armada contra Francia, y a la vez es propuesto por los girondinos como posible sustituto de Luis XVI en el trono.
- Los monárquicos constitucionalistas consiguen gran poder en la Asamblea, a partir del apoyo de la reina a su proyecto (falso apoyo, maniobra para ganar tiempo). En realidad, se encontraban atrapados entre la reacción de los aristócratas que emigraban para vencer desde el exterior (con la ayuda de las monarquías extranjeras) a la naciente Revolución, y la avidez de la burguesía funcionarial, pronta a instalarse como amante del nuevo régimen. Se movían sin un plan preciso, embriagados por sus muchas ilusiones. Pretendían, a pesar de la resistencia del rey, desencadenar una guerra que, conducida por ellos, asegurara su autoridad frente a los emigrados por un lado, y frente a sus rivales del interior, por otro. Hasta tal punto triunfaron que Narbonne se hizo nombrar ministro de la Guerra, en diciembre de 1791, aunque tuvo que dimitir el 9 de marzo del 92, dos días después de establecerse la alianza europea contra Francia.
- La Asamblea comienza a ver en la baza republicana la posibilidad de neutralizar al rey, pero sin tener en cuenta los riesgos del radicalismo que va a permitir activarse.
Zweig califica así la situación de caos que se produce tras el episodio de Varennes: todos actúan con desconfianza, todos contra todos, esperando conseguir algo para beneficio del propio partido. Todos quieren sacar provecho del desorden y contribuyen al desorden mismo, a la inseguridad; nadie quiere quemarse los dedos pero todos juegan con fuego, y ese juego conducirá a una guerra que implicará a 25 millones de europeos. Esa atmósfera de desconfianza, sigue Zweig, se parece mucho a la que hay cuando escribe estas líneas, en 1932, pero se podría añadir que también se parece mucho a la que hay en nuestros días, en 2013. BIBLIOGRAFÍA: Beau de Loménie, E., Introduction à Lettres de Madame de Staël à Madame Récamier. París, Domat, 1952, pp. 11-67. Zweig, S., Marie-Antoinette. Paris, Grasset, 1933 (15ª adición, julio de 2010).