Empollones que odian estudiar
Los suspensos son amigos de las excusas y quejas de lo malo que es el colegio, o estudiar. Los fracasos duelen y huímos del dolor. Pero, ¿qué ocurre cuando a diez sobresalientes le acompañan las palabras: “Odio el colegio”?
Habría que ver si hay problemas ajenos a los estudios. Como el típico abusón (“bully” en inglés). Pero supongamos que eres feliz en el patio, también con los profesores y el conserje no te encierra con las escobas. ¿Entonces, qué?
Un fantasma en la mochila
Hay muchos problemas en la vida. Aquí sólo tengo espacio para uno, pero es uno que veo con frecuencia en adultos y niños. Bueno, no en todos, sólo en los que se esfuerzan en hacer las cosas mejor.
Al principio todo es felicidad. Cosechas éxitos. La gente te sonríe. Te sientes feliz, te felicitan y piensas “el esfuerzo vale la pena”. Luego, si te sale algo mal te sientes triste. Piensas que esa tristeza es por haber bajado de tu nivel. Entonces te esfuerzas más. Y vuelves a remontar. Pero mientras no mirabas se te ha metido un fantasma en la mochila: el miedo.
¿Estudias por miedo?
Si vas mal en los estudios importa poco tus razones para estudiar. ¿Qué es para que te compren una Wii? Vale. ¿Qué es para no sentirte menos que nadie? Muy bien. Como si quieres aprobar para poder conquistar el mundo y extender tus malvados planes por el universo. Me da igual.
Cuando las cosas van bien es diferente. Lo de que te compren cosas, bueno, llenarte de cosas no te va a hacer feliz. Más bien lo contrario. Con el tiempo preferirás tiempo para jugar que estudiar para que te compren un juego nuevo —que no vas a tener tiempo de usar. Si es para hacer feliz a tus padres, bueno, ya sabes que se han acostumbrado a tus notas.
Les parece normal que saques muchos sobresalientes. Otros padres les dicen “Oh, qué suerte tienes”, pero ellos no hacen caso. No es que le dé igual, es que es normal, y los humanos nos fijamos en lo raro.
Y sí, como suspendas, se van a dar cuenta. Y mucho. Ese es tu fantasma de la mochila.
A lo mejor te ha pasado. Las razones que tenías antes son cada vez más débiles. Entonces, a lo mejor, sigues estudiando por miedo. No sólo por miedo, pero el fantasma de la mochila se está haciendo más fuerte. Y cuidado, porque lo que quiere es ponerte un collar y hacerte su esclavo. ¿Le vas a dejar?
Manual anti-fantasmas
Lo primero es no dar de comer a tu fantasma. El fantasma se alimenta de tus miedos.
Lo segundo es dejar de escuchar sus mentiras. No, no te van a dejar de querer porque empeoren tus notas. No, no te vas a hacer tonto. Y por supuesto que cuando te vayan a contratar para la NASA a nadie le va importar un pepino que suspendieras matemáticas en primero de la ESO1.
Lo tercero es lo más importarte. Debes buscar una razón que sirva para siempre. Una razón buena, para que no estudies ni trabajes por miedo. ¿Cuál puede ser? Que te guste tu trabajo. ¿Parece difícil? Claro, si estudias por miedo es imposible que te guste estudiar.
Como conseguir que te guste tu trabajo
- Las palabras cuentan. No repitas lo que digan de lo malo que es todo.
- Busca lo bueno. Creo que a los españoles se nos da muy bien encontrar lo malo, pero nos olvidamos de buscar lo bueno. En todo, no sólo en el trabajo.
- Celebra cada triunfo. No hace falta una fiesta. Con que se lo digas a tu abuela, vale. Y si no tienes abuela, sé tu propia abuela, quiérete un poco, que funciona.
- Pon lo mejor de tí en cada cosa que hagas.
- Cuando hacemos las cosas bien nos sentimos bien. Mi abuela lo llamaba la “satisfacción del deber cumplido”. Y es verdad. Disfruta de esa sensación.
- Recuerda que la vida no comienza en las vacaciones. Ni en el fin de semana. El lunes también es un buen día para ser feliz.
Y ahora, a hacerlo.
Bueno, espero que te haya gustado. Aunque más que te guste, prefiero que lo pongas en práctica. ¿Te imaginas como sería tu vida si pudieras ser tan feliz trabajando como en vacaciones? Pues puedes, porque felicidad no es un regalo que te puedan dar, sino que está dentro de tí. Sólo tienes que descubrirla.
Descúbrela.
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La ESO es la Educación Secundaria Obligatoria española. Va aproximadamente de 12 a 15 años. ↩