Revista Talentos

Vassily

Publicado el 29 mayo 2012 por Julio Alejandre @JAC_alejandre

Arrojaron los dados y vivieron.
Parte  de lo que juegan, ganarán,
pero el oro de los dados, lo perdieron.
(Jack London, Amor a la vida)

Vassily Tashkin se quedó el último, siguiendo las huellas de un alce que vio por la mañana. Un alce grande vale mucho dinero en Murmansk. Así que se marcharon todos con las máquinas y los demás camiones y se quedó Vassily con el suyo, cargado con enormes troncos de abeto, aparcado junto a la pista forestal que se adentraba cientos de kilómetros en aquella taiga inmensa y descorazonadora. Estuvo aguardando al animal junto a las ruinas de un antiguo aserradero, justo donde había visto sus huellas la tarde anterior. A pesar de que iba bien equipado para combatir el intenso frío con un grueso anorak, mono, botas térmicas y los inevitables mitones necesitaba, cada cierto tiempo, levantarse y realizar violentos ejercicios para no quedarse congelado. El fusil estaba protegido por una funda de piel para evitar que el frío atascase cualesquiera de sus mecanismos móviles.

Vassily era un hombre maduro que sobrepasaba la cuarentena, aunque fuera difícil verlo en aquel rostro protegido por el grueso capuchón y las gafas para la nieve. Era también un hombre tenaz movido por la imperiosa necesidad de obtener dinero. La mañana había amanecido calmada y triste, con unas nubes grisáceas que cubrían el horizonte de lado a lado, pero ahora se estaba levantando una ventisca desagradable, acompañada de copos diminutos como arenilla blanca y dura que limitaban la visibilidad y distorsionaban las distancias.


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