Acaban de salir a la luz intimidades hasta ahora desconocidas para el gran público de un puñado de personajes que, tras sus vidas deslumbrantes, escondían rotundos fracasos personales.
Intuíamos que Marilyn Monroe no era una mujer precisamente feliz, pero según desvela Fragmentos, el libro que reúne sus desasosegantes escritos y que salió a la venta ayer, Fernando Pessoa era la alegría de la huerta a su lado.
Junto a Monroe tenemos el caso de Robert Falcon Scott, el famoso explorador del Polo; tras su careta de héroe podría esconderse un gallina capaz de dejar tirados a sus compañeros. O el del greñoso Grigori Perelman, cuya extraordinaria mente sirve para desentrañar los más enrevesados acertijos matemáticos pero no para evitar una roñosa cotidianeidad en el pequeño apartamento que comparte con su madre.
El otro día conversaba con Johnny Azpilicueta, un tipo de ideas locas y geniales que dejó una exitosa carrera profesional en Madrid para crear, entre otras cosas, un centro para la vida sana en Tarifa (Cádiz). Azpilicueta, que a simple vista parece un hombre feliz, insistía en la idea de que es cada vez más necesario cambiar nuestros modelos de evaluación del éxito.
En otras palabras: ¿qué es triunfar, para ti?
Recuerdo un capítulo de Doctor en Alaska en el que un personaje (Edu, el aspirante a cineasta que trabaja en la tienda del pueblo) se topa con lo que él describe como "el fantasma de la validación externa" (lo que haces tiene que contar con el visto bueno de los demás para convertirse en válido).
En la serie, este fanstasma toma la forma de un enano verde muy feo que persigue a Edu a todas partes. Cuando se enamora de una joven guapa y rica, el enano intenta convencerle de que nunca conseguirá sus favores, ya que no está a la altura. Lo mismo pasa con el nuevo guión que Edu tiene entre manos.
No sé cómo serán vuestros enanos; el mío es amarillo y con granos y tiene la fea costumbre de esconderse tras las puertas para asustarme y burlarse de mi cada vez que acometo una nueva tarea, como escribir una entrada de blog.
¿Cómo puede ser que Marylin Monroe dudase hasta de su propia belleza? Mira que somos raros.