Simplemente por no ser lo suficientemente listo y rápido, murió perdido en aquella especie cueva oscura, rodeado de soledad. Y como todavía no era nada, no tenía nada que perder. No le importó cómo hubiera sido el color de sus ojos, o el de su pelo. Dio igual a quién de los dos se hubiera parecido. Murió solo sin saber lo que era la soledad. Murió de frío sin tener ni idea de lo que significaba el calor. El último espermatozoide ganó al mío (al que iba a ser yo) y naciste tú.