Año 1992. Con mochila en la espalda salió a la ruta para hacer dedo hacia el sur. Siempre iba al sur. Era la tercera de las siete veces que, antes de conocernos, Dino decidió salir en enero rumbo a la Patagonia. Se quedaba casi todo el verano allá. Le gustaba. Casi siempre iba solo, pero cuando uno viaja siempre encuentra amigos en el camino.
Dino haciendo dedo.
Ese día estaba con dos chicas y dos chicos, todos de Rosario. Se habían propuesto subir al refugio Hielo Azul, pasar la noche allí y, a la mañana siguiente, visitar el glaciar Hielo Azul.
Salieron temprano, atravesaron los bosques nativos, disfrutaron de la belleza del paisaje, bebieron agua cristalina de los arroyos, se separaron para que cada uno siguiera a su ritmo y, luego de unas seis horas, el refugio, en “el medio” de la montaña, apareció ante sus ojos.
Los refugios de montaña son como hogares colectivos. Llegar a ellos es como llegar a tu casa. Te reconforta. Sabés que hay un baño caliente, una buena comida y buena compañía. El mobiliario de madera le brinda la calidez necesaria y es ideal para reponer energías. En eso estaba Dino mientras esperaba que le sirvieran su “plato de mochilero” cuando vio una bitácora. Era un cuaderno grande, pesado y grueso, con cientos de páginas. El azar quiso que lo abriera en una. Había muchas, pero se abrió en esa. Y Dino empezó a leer.
“Estoy fusilado por haber llegado arriba, estoy destruido, sufrí mucho para lograrlo. No pensé que era tan complicado. Pero estoy feliz por haberlo hecho, porque me di cuenta de que hay otras cosas más allá de lo que yo conozco y vivo todos los días. Sé que hay otra opción. Sino hubiera hecho el esfuerzo no hubiera conocido esta belleza. Y saber que hay opciones es lo que te permite elegir”.
Dino no siguió leyendo. Cerró la bitácora y se quedó pensando. Hacía ya muchos años que venía sonando en su cabeza la idea de libertad y de vivir viajando. Todos los encuentros se producen por algo. No solo los encuentros entre personas, sino también con objetos o situaciones. Abrir la bitácora en esa página y leer solo ese mensaje era por algo.
En ese momento Dino era muy joven y nunca imaginó que muchos años más tarde esa idea volvería a aparecer, pero con la ayuda de un documental de pingüinos y de un psicólogo. Y que sería el inicio de un gran cambio de vida: de ingeniero en sistemas a mago nómade.
(Pueden conocer la historia de los pingüinos en la charla Tedx que dimos en TedxCiudaddeCorrientes. Estará lista la semana que viene. No se la pierdan).