Me incomoda la lejana sensación de no tenerte. Me hastía el simple hecho tonto de no verte.
Me encantaría ser capaz este verano de poder enterrar las cenizas de nuestra caduca relación en el naranjo que planté el pasado verano.
Espero ser capaz de recordar como se puede olvidar. Tiemblo ante la mera posibilidad de permanecer anclado al fango de una playa urbana.
Miento si te digo que no me gusta escuchar tu voz, bailar a tu lado en verano. Me engaño y te engaño al deslizar mis manos hasta acariciar tu mejilla, diciendo estoy bien, querida.
Quizás el próximo verano sea capaz de esquivar la sombría sensación de pena que me invade al mirar una simple foto nuestra, hace no tantos agostos.